Iglesia Ortodoxa - Spanish Flowers of Orthodoxy 1

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The Flowers of Orthodoxy





Iglesia Ortodoxa


Spanish Flowers of Orthodoxy 1


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Discurso del periodista ortodoxo Mathieu Gallatin

El texto siguiente es una traducción al español de un discurso del periodista ortodoxo Mathieu Gallatin a través de la radio ortodoxa por internet "Ancient Faith Radio" a propósito de su primera emisión.

Presentación del Podcast: “Peregrinos del Paraíso”

Tengo aún la Biblia del Rey Jaime, la misma que utilizaba cuando era un pastor protestante evangélico a principios de los ochentas. En algún momento durante aquellos años como pastor, asimilé el verso que se lee en el Salmo 84, verso 5 y que dice: “Dichosos los hombres cuya fuerza está en Ti, y las subidas en su corazón”. Si han leído my libro “Thirsting for God in a Land of Shallow Wells”, sabrán que éste verso describe toda mi vida y no únicamente mis años como pastor, sino todos los años antes y después de aquél capítulo particular en mi historia. Desde mi infancia, siempre tuve la sensación de viajar alrededor del mundo y no ha lugares distantes que aún no había conocido, sino a una experiencia y vivencia de Dios más profunda. Claro que ésta necesidad de continuar en movimiento, ese sentimiento de no ser sino un peregrino en este mundo era una convicción en mi corazón que compartía con varios de mis amigos evangélicos; el sendero que yo caminaba era el mismo que el de los demás. En mi peregrinaje, obtenía a través de mi Fe una visión de mi destino: el reino de Dios. Sabía que un mundo bello y divino, libre de tristeza, sufrimiento y dolor me esperaba al final de mi viaje: ya fuera cuando me despidiera de ésta vida con mi muerte, o en caso de tener fortuna, ver la gloriosa Segunda Venida de Cristo, caminando a través de las puertas de la Nueva Jerusalén y vivir la vida de la Santísima Trinidad por siempre. Mi vida día a día como peregrino ligado a ese reino era la misma que compartía con mis amigos evangélicos. De hecho, en conjunto con la mayoría de las tradiciones cristianas occidentales, refinaba continuamente mi imagen del Reino Celestial y del Dios que allí reside escuchando a predicaciones sabias, maestros, leyendo los libros cristianos de moda, o a través de mi propio estudio intensivo de las escrituras. Buscaba perfeccionar mi imagen de Dios, trataba de entenderle en mayor profundidad, verle con gran claridad. Mis mas grandes alegrías eran compartir con mis compañeros peregrinos las cosas más nuevas que había descubierto de nuestro Señor, mientras meditaba devotamente en las escrituras, y claro, tenía la oración. Mi vida de oración era algo muy parecido a como el centro de transferencias de Manhattan lo describiría: “operadora, información, póngame a Jesús al teléfono”. En aquél entonces, la oración era para mi establecer contacto con Dios a través de una línea de larga distancia entre mi vida en ésta tierra y el reino glorioso en el que El habita. A través de la oración, buscaba familiarizar a Dios con mi vida, con mis esfuerzos y mis logros, mis esperanzas y mis sueños, mis pecados y mis fallos. Al mismo tiempo, le brindaba a Dios la oportunidad de hablarme a través del espacio infinito entre su trono y mi corazón. En algunas ocasiones, mi oración resultaba efectiva, pero en otras ese golfo entre yo y el cielo resultaba tan inmenso, como si la conexión telefónica tuviera interferencia, como lo explicaba en miles de ocasiones. Algunas veces, mi oración no se elevaba más allá del techo. También intentaba conectar con mi destino ulterior de peregrino con el culto y la alabanza a través de canciones tan inspiradoras que afortunadamente se ofrecían a partir de los 70’s en un estilo compatible con mis gustos musicales contemporáneos. Buscaba tocar a Dios y cuando la música era en verdad “especial”, le sentía meneando mis emociones internas: desde una paz profunda hasta una aceleración eléctrica. Todo esto: estudiar las escrituras, orar, alabar y el culto hacían que de alguna manera mi alma de peregrino se uniera a ese destino que creía me esperaba al final de mi paso por el mundo. Estos eran mis eslabones fortificantes, mi unión con el dios que conocería en ese reino de luz que por el momento solo era una visión futura hecha realidad a través de mi firme creencia en ella.

Es claro que el estilo de vida que vengo de describir representa solo un tipo de peregrinaje. Consiste en un viaje a un lugar desconocido que nunca hemos visitado y sin embargo toda nuestra vida hemos deseado ir. En éste tipo de peregrinaje, sueñas ese destino tuyo en tu vida entera; lees sus anuncios, ves sus fotografías e imágenes, pasas mucho tiempo imaginando como será cuando finalmente llegues a ese lugar. Haces todo lo que te inspira a seguir moviéndote y acercándote a ese lugar tan amado y a la vez desconocido.

Pero existe también otro tipo de peregrinaje y no consiste en el viaje a un destino visionado que el peregrino aún no ha alcanzado. Ese peregrinaje es el hecho por aquellas personas que han sido exiliadas de su patria y expulsadas a las faldas ulteriores del mundo; viviendo como refugiados en un mundo extraño. Para ésta gente, el peregrinaje significa vagar en una tierra que no entienden, pasando por emigrantes en un mundo en el cual no tienen lugar ni cabida. Esta gente tiene mucha dificultad en armonizar con éste mundo puesto que continúan viviendo sus vidas como si las viviesen en su lugar de origen. No observan las costumbres y convenciones de su nuevo medio ambiente, así que en realidad, nunca dejaron su patria. Su patria está en sus corazones y no es solamente una memoria nostálgica, es la fuente misma de su ser. Existen muchas diferencias importantes entre la Cristiandad de occidente (y me refiero al mundo del catolicismo, anglicanismo, las confesiones protestantes originales y la miríada de denominaciones y no-denominaciones que éstas han hecho) y a la Cristiandad de oriente: esto es el mundo de los ortodoxos. Estas diferencias son más evidentes e inclusive polos opuestos, cuando se llega el momento de entender de lo que verdaderamente trata el peregrinaje del Cristiano. Por lo que hemos visto, los Cristianos occidentales se ven a sí mismos como peregrinos del primer tipo, personas encaminadas a un lugar desconocido. Pero los creyentes ortodoxos son peregrinos del segundo tipo; no son peregrinos con camino a algún paraíso lejano, no se encuentran viajando a un hacia algún reino que les espera en un futuro. No, los cristianos ortodoxos son en realidad peregrinos del paraíso. Los ortodoxos no conocen al cielo como un lugar lejano, para ellos el reino de Dios no existe allá, en algún lugar allende al gran golfo del tiempo y del espacio. De hecho, los ortodoxos dirían que el problema fundamental de aquella gente que se queja que su oración no suba más allá del techo es que están viendo muy lejos y que oran en la dirección equivocada; puesto que la última verdad cristiana es: “el Reino de Dios ya está entre vosotros” (Lucas 17:21). A través de los años he escuchado disputas entre algunos predicadores, maestros y teólogos occidentales respecto del significado de las palabras de San Lucas. ¿Por qué? Porque tienen una visión occidental del peregrinaje. Sostienen que el cielo y el dios que en él habita existen en algún lugar lejano a éste entorno terrestre, así que no hay manera posible en que el reino esté entre nosotros. Esto no es lo que los cristianos ortodoxos creen y sostienen. Cuando San Pedro predicó su primer sermón cristiano evangélico el día de Pentecostés, mismo que se encuentra registrado en el Capítulo 2 del Libro de Hechos, quienes le escucharon se rindieron de rodillas. En ésta presentación del evangelio de Jesucristo, miles gritaron: ¿Que debemos hacer?, clamaron para saber cómo podían ser salvos y participar del Reino de Dios. A sus corazones caídos, Pedro les contestó: “Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). He ahí lo que la gente necesita para ser salvos: ser Cristianos es recibir al Espíritu Santo. Dios tiene que venir y vivir dentro de ellos, lo que esto significa que para alcanzar el cielo no se requieren oraciones de “larga distancia” ni que éstas sean espiritualmente catapultadas por encima del techo y a través del espacio y del universo, dado que el Verdadero Dios está aquí mismo, entre nosotros. San Pablo confirma lo anterior a los creyentes en Roma cuando les dice: “porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Romanos 5:5).

¿Puede Dios separarse de su reino? No. Donde quiera que se encuentre Dios, ahí estará su reino. Como cristianos, tenemos al Espíritu Santo, el Dios Vivo habitando en nuestro interior, así que el reino de Dios no es algo por lo cual debamos hacer hacia él un peregrinaje para encontrarlo algún día. Más bien y como el apóstol Pablo proclama: “Él nos libró del poder de las tinieblas y nos trasladó al Reino del Hijo de su amor” (Colosenses 1:13). Ya nos encontramos allí, ya nos encontramos en el Reino puesto que el Reino ya está en nosotros. Como cristiano ortodoxo, la vida en el Reino de Dios es mi experiencia tangible y cotidiana del Cristo Vivo que habita en mi a través del poder del Espíritu Santo. Estoy consciente de su vida dentro de mí, le encuentro respirando a través de mí, pensando dentro de mí, actuando a través de mí. Sé de su presencia mientras toma mi vida y la transforma en la suya.

¿Y exactamente a qué tipo de actividades me refiero? Me refiero a lo que tradicionalmente se le conoce como la Vida Sacramental, que incluye actos como el bautizo, la eucaristía que es el recibimiento real del cuerpo y la sangre de Cristo en mi propio cuerpo, y la confesión que es arrepentirme de mis pecados en la presencia de un sacerdote. La vida sacramental incorpora también prácticas como la oración formal que es rezar con oraciones de un devocionario, y el ayuno. Como podrán ver, ninguno de los anteriores son simples conceptos doctrinales en los cuales se cree firmemente. No se trata de la expresión de visiones del Cielo que esperamos experimentar algún día. No, son acciones que realizamos aquí y ahora mismo, en unión con Jesucristo. El llevar a cabo éstas acciones en unión con Él, le permite estar activo en nosotros, vivir en nosotros. Como resultado, su vida, la vida del paraíso, la vida de nuestra verdadera patria, se manifiesta a aquellos que viven en éste mundo a través de nosotros; en éste mundo en el que nos encontramos como inmigrantes refugiados.

Por todo lo anterior, he decidido nombrar éste podcast regular “Peregrinos del Paraíso”. Lo que sea que discutamos semana a semana, les aseguro, estará relacionado en como vivir una vida de paraíso en éste mundo no paradisíaco. Familiarizaré a la audiencia no ortodoxa con el conocimiento apostólico antiguo respecto de Dios y de la salvación que hace de la Ortodoxia un universo espiritual diferente al Occidente cristiano multi denominativo. Espero que disfruten de nuestras pequeñas aventuras juntos. Para radio Ancient Faith, éste es Mathiew Gallatin.

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Los tres árboles – Historia Cristiana

Había una vez tres árboles en una colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y planes de futuro.

“Algún día seré cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Todos verán mi belleza”, dijo el primer árbol.

El segundo árbol dijo: “Algún día seré un gran barco donde viajen los más grandes reyes y reinas a través de los océanos. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza y mi poderoso casco”.

Finalmente el tercer árbol dijo:

“Yo quiero crecer para ser el más alto de todos los árboles en el bosque. Así estaré cerca de Dios. Seré el árbol más grande de todos los tiempos y la gente simpre me recordará”.

Durante años, los tres árboles oraban a Dios para que sus sueños se convirtieran en realidad.

Un día, un leñador los taló y se los vendió a unos carpinteros. Con el primer árbol hicieron un cajón de comida para animales, y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era lo que él había pedido tanto.

El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña barquita de pesca, y fue puesto en un lago. Sus sueños de ser una gran embarcación habían llegado a su fin.

El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y lo abandonaron en la oscuridad de un almacén.

Al verse así, los tres árboles sintieron que sus planes habían fracasado.

Sin embargo, una noche, José y María llegaron al establo y pusieron al Niño Jesús en el pesebre. Entonces el primer árbol descubrió que había contenido el mayor tesoro de la humanidad.

Años más tarde, Jesús y algunos discípulos subieron a la pequeña barca para cruzar el lago de Galilea. Durante la travesía, una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvarlos. Pero Jesús se levantó y calmó la tempestad. Y el segundo árbol descubrió que llevaba al Rey de todos los reyes y Señor de señores.

Finalmente, alguien cogió dos de las tablas que estaban en el almacén y sobre ellas crucificaron a Jesús. Cuando llegó el domingo, Jesús resucitó y el tercer árbol sintió que había estado más cerca de Dios de lo que nunca pudo imaginar.

Cuando parece que las cosas no van de acuerdo a tus planes, debes saber que siempre Dios tiene el mejor plan para ti.

Cada árbol consiguió lo que había soñado, aunque no de la forma que habían planeado.

No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, sólo sabemos que sus planes siempre son los mejores y solamente Él los conoce.


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La Santa Biblia


América Latina


España

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Un vivo pensamiento en Dios

San Juan de Kronstadt, Rusia (+1908)

Que remarcable es la propiedad de la fe: un vivo pensamiento en Dios, la fe del corazón — y Él esta ya conmigo; el arrepentimiento sincero en los pecados — y Él esta conmigo; un pensamiento bueno y sentimiento piadoso — y Él esta conmigo. Pero el demonio puede entrar en mi por la falta de fe, dudas, pensamientos orgullosos, pecaminosos y viciosos. Resulta, que su poder sobre mi es limitado y depende de mi mismo. Prestando yo mas atención a mi estado, rezando mas a nuestro Señor Jesucristo, el demonio no tiene poder hacerme algún daño.

Fuente:



CATECISMO ORTODOXO

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Homilía sobre los Santos Ángeles, por San Juan de Kronstadt, Rusia (+1908)

En ocasión de la festividad de San Miguel Arcángel y de los demás poderes celestiales (8 de Noviembre)

“A los vientos haces tus mensajeros, y ministros tuyos los relámpagos centellantes” (Salmos 103:4)

Estas son las palabras del rey y profeta David. Con estas palabras dijo que Dios creó las sabias mentes, los espíritus incorporales, siervos leales a Él, que arden con amor eterno por Dios, cumplen la voluntad de Dios y habitan en la Luz inaccesible del Trono de la Gloria. El Señor creó los ángeles como sabios, poderosos, eternamente santos, todo pureza y divina verdad. Considerad esto, queridos hermanos y hermanas, profundizad en esto con vuestras mentes. El Señor dividió a los ángeles en nueve órdenes o rangos: los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades, las autoridades, y otros; todos obedecen a cada uno: los rangos menores obedecen a los mayores. En la semejanza de las jerarquías celestiales, el Señor estableció tres rangos en la Iglesia Militante: los obispos, sacerdotes, y diáconos, que también obedecen a cada uno.

Dios creo una innumerable multitud de ángeles. Cuando veníais esta mañana a la liturgia, quizá alguno de vosotros miró al cielo y vio cuántas estrellas llenaban el cielo. Hay tantas estrellas que parece que el cielo esté lleno de semillas de amapola. Ningún mortal puede contarlas todas. Así como nadie puede contar las estrellas del cielo, así tampoco se puede contar el número de los santos ángeles. Una estrella brilla más, otra menos, pero cada una de ellas es más grande que nuestro mundo, más amplia que la tierra, y esto se conoce y ha sido probado.

La incontable multitud de ángeles que continúan en el cielo, en la presencia de Dios, cumplen su voluntad y eternamente lo glorifican. Algunos de ellos son designados por Dios a los humanos, y son nuestros ángeles guardianes que protegen a la gente durante sus vidas, desde el bautismo hasta la muerte, los libran del mal y los dirigen hacia la verdad y la bondad. Si una persona vive rectamente, sentirá esto en sí mismo. Pensad, queridos hermanos y hermanas, cuán cerca están los ángeles de nosotros.

Hoy celebramos la sinaxis del Arcángel Miguel y de los Poderes Incorpóreos. Probablemente sabéis o habéis oído sobre el milagro realizado por el Arcángel Miguel. Alguna gente impía decidió matar a San Arquipo y destruir la iglesia que construyó; condujeron un gran río hacia la iglesia, pero el Arcángel Miguel se le apareció a Arquipo, lo consoló, separó un acantilado rocoso, y dirigió el río hacia el abismo de rocas, para que el agua no inundara la iglesia, y así, la iglesia y San Arquipo fueron salvados.

Los ángeles no son propensos al pecado, no pueden tener incluso pensamientos pecaminosos, sus nociones y pensamientos son puros. Son impartidos con total perfección, son siempre sabios, siempre firmes, siempre buenos. Firmemente establecen su amor en Dios, en la santidad y la verdad y no caen en el pecado, solo algunos de ellos, un tercio del total, entristeció al Señor con su desobediencia y no pudieron seguir siendo ciudadanos del cielo; fueron expulsados por Dios. Y vosotros, hermanos, debéis emular a los ángeles siendo leales a Dios, y tras haber sido ciudadanos de la patria terrenal, os convertiréis en co-ciudadanos con ellos en la patria celestial. Emulad a los ángeles, especialmente porque habéis sido creados a imagen de Dios; este don es común a los ángeles y a los hombres. Honrad a los ángeles, mis queridos hermanos, imitad su santidad, su amor y su devoción a Dios, y seréis dignos de la vida bienaventurada en el cielo, junto con ellos. Amén.

Traducido por P.A.B




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San Paisios de Monte Athos, Grecia (+1994)

Arsenios Eznepidis o más conocido como Paisios de Monte Athos (Farasa, Capadocia, 25 de julio de 1924 – Monte Athos, 12 de julio de 1994), fue un monje ortodoxo griego, conocido por sus obras de carácter escatólicas, incluído en la lista de los santos de la Iglesia ortodoxa el 13 de enero de 2015.

Biografía

Origen y formación

Arsenios Eznepidis nació en Farasa, una pequeña población de Capadocia (hoy Turquía), en Asia Menor, el 25 de julio de 1924. Era hijo de Bautista, quien fue alcalde de Farasa, y de Evlampia. El 7 de agosto de 1924, fue bautizado por Arsenio de Capadocia, también venerado como santo por la Iglesia ortodoxa y de quien recibió su nombre de pila.

Aún siendo un niño de brazos, la familia de Arsenio, junto con todo el pueblo, dejaron Turquía y emigraron hacia Grecia, se establecieron primero en la isla de Corfú, donde murió el párroco Arsenio, luego se trasladaron a Igoumentista y finalmente a Kontitsa, de esa manera recibió sus estudios primarios y ya mayor trabajó como carpintero. Durante la guerra civil en Grecia, Arsenios sirvió como operador de radio entre 1945 y 1949.

Monacato

Después de haber completado su servicio militar, en 1949 ingresó al Monte Athos, pero por cuestiones familiares debió retirarse el mismo año. Al año siguiente regresó a la vida monástica, primero al monasterio de Koutloumoussiou y luego al monasterio de Esphigmenou. En este último recibió la tonsura el 27 de marzo de 1954 recibiendo el nombre de Averkios. Ese mismo año abandonó el monasterio de Esphigmenou para trasladarse al de Filotheou, donde un tío suyo se encontraba como monje. Fue aquí donde recibió el nombre de Paisios.

Entre 1958 y 1962, Paisios estuvo en su pueblo natal en Turquía, tratando de proteger a la población de la avanzada de movimientos proselitistas. Al final de este período se trasladó al monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí, donde pernoctó por dos años, hasta su regreso al Monte Athos.

En 1964 Paisios regresó al Monte Athos, portando consigo las reliquias de san Arsenios de Capadocia, las cuales depositó en el monasterio de San Juan el teólogo de Sorouti. El 11 de enero de 1966 recibió el Gran Esquema Angélico, en el monasterio de Stavronikita, una especie de grado dentro del monacato griego, concedido a los monjes que se cree han adquirido un alto nivel espiritual. Ese mismo año fue operado de los pulmones, de los cuales le extrajeron una parte. Debiendo guardar reposo, se quedó en el monasterio de San Juan Evangelista de Sorousi.

En 1967 regresa a Monte Athos, esta vez al Monasterio de Koutloumoussiou, donde adquirirá gran fama en el mundo ortodoxo. Vendrán muchos peregrinos de todas partes, especialmente monjes, a pedirle consejos y ser guiados por él.

Hacia 1993, por cuestiones de salud, tuvo que abandonar Monte Athos y regresar al monasterio de Sorouti. Allí murió el 12 de julio de 1994, desde entonces son muchos los peregrinos que llegan al lugar para venerar al monje que murió con fama de santidad.

Glorificación

El Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico incluyó la memoria de san Paisios de Monte Athos, en la lista de los santos de la Iglesia ortodoxa, el 13 de enero de 2015.1 Cuatro días después se llevó a cabo una multitudinaria celebración en el monasterios de San Juan Evangelista de Sorouti, donde se hayan sus reliquias, a la cual asistieron principales jerarcas de la Iglesia ortodoxa, entre ellos el abad del monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí.

El 25 de enero del mismo año, se consagró la primera iglesia a nombre de San Paisios de Monte Athos en la ciudad de Limasol en Chipre.

Obras

De los escritos de Paisios de Monte Athos, se han editado cuatro libros, escritos originalmente en griego y con sus respectivas traducciones al inglés y al ruso.



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De qué manera podemos nosotros honrar a nuestros difuntos cercanos

San Juan Maximovich, EE.UU (+1966)

Vemos a menudo la tendencia que tienen los familiares de la persona fallecida, al incurrir en erogaciones para que el sepulcro y el sepelio sean lo más lujosos posible. Por lo general, el mayor gasto se efectúa en la realización de suntuosas lápidas.

Mucho dinero desembolsan los familiares y los amigos en plantas y flores, que además deben retirarse del ataúd antes de cerrarlo, para que ello no intensifique la descomposición del cuerpo.

Algunos quieren a través de la litografía manifestar su respeto al difunto y la condolencia a sus familiares. Este método revela a veces superficialidad de sentimientos y engaño, ya que realmente la persona que sufre no va a publicar su sufrimiento. La condolencia se puede demostrar personalmente de una manera mucho más cálida.

Pero sea lo que fuere que hagamos, de lo mencionado más arriba, el difunto no va a recibir ningún beneficio.

Al cuerpo muerto le es lo mismo estar bajo una pobre o una suntuosa lápida, estar en un pobre o en un lujoso féretro, él no va a sentir la fragancia de las flores, y no necesita las demostraciones de dolor fingidas. El cuerpo se somete a la descomposición, el alma vive, pero no percibe más las sensaciones que apreciaban antes sus órganos corporales.

Si realmente queremos al difunto, y verdaderamente queremos ofrecerle nuestras dádivas, entonces debemos darle lo que el necesita. Antes que nada, entregarle nuestras sinceras oraciones personales hogareñas al Señor, las oraciones a través de los oficios del Responso en la Iglesia, y muy en especial la conmemoración del difunto en la Divina Liturgia.

Otro beneficio muy importante que podemos brindarle al alma — es la realización de dádivas o donaciones. Alimentar al hambriento en nombre del difunto, ayudar al indigente, es lo mismo que hacerlo con el.

Santa Atanasia, cuya festividad se conmemora el 12 de abril, antes de fallecer, encomendó que se les diera de comer a los indigentes en su memoria durante 40 días, sin embargo las monjas del convento lo cumplieron solo durante 9 días.

Por lo cual la santa se les apareció junto a dos ángeles y les dijo “¿Porque Uds. se olvidaron de mi legado? Sepan que las donaciones y las oraciones de los sacerdotes, dadas en nombre del difunto durante 40 días atraen la misericordia de Dios”: si el alma del difunto fue pecadora, el Señor les da el perdón de los pecados, y si es que ella fue justa, entonces las personas que rezan por ella van a ser recompensadas con beneficios”

En particular, en estos días difíciles para todos, es una locura gastar dinero inútilmente para adquirir elementos superfluos, cuando, al aplicarlos en la asistencia a los indigentes, se pueden realizar dos buenas obras, una para el difunto, y otra para el necesitado.

Si se le da alimento a un necesitado, con oración en memoria del difunto, el necesitado se va a satisfacer corporalmente, y el difunto va a quedar satisfecho espiritualmente.

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Santoral



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La guardia del corazón

San Juan Casiano (+435)

San Juan Casiano apareció ante todo como un testigo de la tradición monástica. Nacido hacia el 365, probablemente en Escitia, pasa en principio dos años, muy joven aún, en un monasterio de Belén, y aprovecha para instruirse en los usos monásticos de Palestina, Siria y Mesopotamia. Más tarde llega a Egipto, donde permanecerá unos veinte años, casi sin interrupción (hacia 380-400). Allí visita los principales monasterios, y se traslada a continuación al desierto de Escitia, donde se agrega a un pequeño grupo de monjes cultivados, principalmente influenciados por el pensamiento de Orígenes, y al que pertenecieron Evagrio Póntico y Paladio. La polémica origenista lo obliga a abandonar Egipto. Pasa entonces cinco años en Constantinopla, cerca de San Juan Crisóstomo, y así tiene ocasión de estudiar las observancia y uso de los monasterios de Asia Menor. En el 405, se dirige a Roma para llevar al papa Inocencio I, una carta pidiendo al clero de Constantinopla para que se ponga a favor del obispo proscrito. Hacia el 415 lo encontramos en Marsella, donde funda dos monasterios, San Víctor, para hombres, y San Salvador, para monjas. Su experiencia le procura un prestigio sin igual entre los monjes provenzales. Se puede situar su muerte antes del año 435 (1).

El combate invisible

La renuncia y la ascesis corporal, tan necesarias como son, y la vida dentro del marco del monasterio, a pesar de las ventajas espirituales que presenta, no bastarían para encaminar al monje hacia la pureza del corazón, si no estuvieran acompañadas de otra forma de actividad espiritual, secreta e interior, a saber, el combate invisible que el monje debe realizar contra las sugerencias malignas que el demonio intenta lanzar en su corazón, y que son la semilla de todo pecado. Combate temible, verdadera crucifixión, en esta arena de la soledad donde el hombre ya no es sacado fuera de sí mismo por la agitación de la vida secular. Martyrius evoca este combate en estos términos: “Crucificados hasta nuestro último aliento por una lucha noche y día contra el maligno, recibimos bofetadas en el rostro y a cambio las soportamos, sin cesar nunca de estar listos para combatirlo. ¿Tal vez la lucha interior, el esfuerzo sobre los pensamientos y la guerra contra las pasiones no serían tan duras como la guerra exterior contra los perseguidores y la tortura del cuerpo? Me parece que son más duras, en la medida en que el maligno es más cruel y más malvado que los peores hombres malvados…. ¡Cómo, pues, encontraríamos tregua y respiro en la lucha que nos enfrenta a él, ya que siempre está listo y al acecho para luchar contra nosotros con tantas tácticas astutas, queriendo así hacernos tropezar, caer y ahogarnos en el pecado! Mientras haya un soplo en nuestras fosas nasales, no nos detendremos, no dejaremos de combatirlo” (2).

No es necesario disimular, de hecho, las dimensiones reales de este combate: tras las malas tendencias contra las que luchamos, se revela la presencia de adversarios personales temibles: el maligno y sus ángeles. Su intervención en nuestras vidas, su forma de sugerencia y malos impulsos, es un fenómeno mucho menos extraño de lo que una mentalidad demasiado racional podría admitir. En los Evangelios, uno de los aspectos del drama redentor es el ser un combate personal de Cristo contra el maligno. Este es el combate que revive el monje, en lo más profundo de su alma. La única fuerza que podría permitirle triunfar es la misma vida de Cristo resucitado: es Cristo quien, en él, será de nuevo vencedor sobre los poderes del mal.

El proceso de la tentación

Para resistir eficazmente a las solicitudes del espíritu maligno, en principio debemos estar informados sobre el proceso de la tentación. Los padres han distinguido aquí, cinco momentos principales: la sugerencia, el diálogo o relación, el consentimiento, la pasión y la cautividad.

La sugerencia es el simple afloramiento en la conciencia de una atracción por una mala acción: será, por ejemplo, un pensamiento de venganza, de glotonería, una invitación a complacerse en una mala tristeza, etc. Es involuntaria, y sería vano pretender impedir que tales movimientos nacieran en nosotros. Por el contrario, al darnos la ocasión de probar nuestro amor por el Señor, y conduciéndonos a la humildad, la tentación juega un papel importante en la obra de nuestra santificación. En este sentido, Evagrio Póntico dice: “Suprime las tentaciones, y nadie será salvado” (3).

En el diálogo, reflexionamos sobre la tentación y nos relacionamos de alguna forma con ella. Puede no comportar ninguna connivencia secreta con la tentación y no tener otro fin más que oponerle razones contrarias. Este es un método que no está exento de peligros y que los padres desaconsejan generalmente, sobre todo en los ascetas inexpertos. Pero el diálogo puede recubrir un semi consentimiento, una complacencia no confesada que no está enteramente exenta de pecado.

El consentimiento es una toma de posición personal: aceptamos dejar consentir a nuestra alegría en el júbilo maligno propuesto, adhiriéndonos a la tendencia irracional e identificamos, de algún modo, nuestro “yo” profundo con ella.

Si tales consentimientos se repiten, engendran en primer lugar la pasión, que es la mala tendencia pasada al estado de la segunda naturaleza, y a continuación a la cautividad, verdadera obsesión, impulso irresistible donde la libertad ya no tiene parte.

Los ocho malos pensamientos

A fin de estar alerta con respecto a la tentación, debemos conocer las diferentes formas sobre las que puede presentarse. El catálogo de pensamientos malos, que tienden, o bien a hacernos buscar satisfacciones egoístas en las realidades de este mundo, y a a dirigirnos a la tristeza y la irritación si nos vemos privados de estas satisfacciones, han sido expuestos por Evagrio Póntico, cuya doctrina sobre este punto ha sido retomada por San Juan Casiano en sus Instituciones Cenobíticas. Estos malos impulsos son la glotonería, expresión que es, a la vez, la más elemental y la más significativa del apetito del gozo egoísta que caracteriza la naturaleza caída; la lujuria, perversión fundamental del dinamismo innato de la persona y de su relación con otros; el amor al dinero, símbolo de todos los beneficios artificiales que el hombre se crea y que son imperiosos; es el tener que sustituye al ser; la cólera, que se opone directamente al mandamiento por excelencia, el de la caridad, y que perturba la pureza de la mirada interior; la mala tristeza, “que es al corazón del hombre, lo que la polilla es a la vestidura” (cf. Proverbios 25:20, según la Septuaginta); la acedia, desgana del esfuerzo espiritual que incita al monje a buscar compensaciones; la vanagloria, enemigo sutil que se alimenta de sus propios deshechos y que nos hace perder el fruto de nuestro trabajo incitándonos a buscar aquí nuestra recompensa, en la estima de los hombres; y finalmente, el orgullo, que destruye el fundamento mismo del edificio espiritual, la humildad, haciéndonos estimar mejores que los demás y atribuirnos el bien que está en nosotros.

Esta lista es el origen del catálogo occidental de los pecados capitales, donde la acedia ha sido reemplazada por la pereza, donde la envidia ha sido sustituida por la tristeza, y donde la vanagloria se confunde con el orgullo. Pero este catálogo de pecados capitales representa el punto de vista del moralista; se trata de pecados cometidos para ser acusados en la confesión. Evagrio habla de pensamientos o tentaciones; es el punto de vista del padre espiritual, cuyo discernimiento se ejerce con relación a sugerencias antes de que se traduzcan en actos.

El discernimiento de los espíritus

Por tanto, no siempre es fácil descubrir la naturaleza exacta de los movimientos que se alzan en nuestro corazón. El maligno es hábil para transformarse en ángel de luz (4). Una tentación de glotonería podrá revestirse como una preocupación loable por cuidar la salud; una tentación lujuriosa, como amistad espiritual; una tentación de acedia y de inestabilidad, en deseo de visitar a un hermano enfermo o ejercer un ministerio pastoral; una tentación de vanagloria u orgullo, tomará el aspecto del celo por la oración o por las prácticas ascéticas, etc.

Para discernir de entre nuestras inspiraciones, aquellas que vienen realmente del “buen espíritu”, de las que proceden del malo, los maestros espirituales propusieron muy pronto algunas reglas de discernimiento de los espíritus, fundadas en criterios muy simples, que son clásicas: una inspiración que deja el alma apacible y serena, humilde y abierta, sin ninguna impaciencia, rigidez ni acritud, es probable que venga de un buen espíritu; por el contrario, la turbación, la rigidez, la acritud, el celo amargo, la impaciencia, la exaltación de la imaginación, el entusiasmo por teorías abstractas, son signos ordinarios que revelan ilusión, la tentación disimulada bajo la apariencia de un bien (5).

Las manifestaciones de los pensamientos

El simple conocimiento de estos criterios, no basta sin embargo para permitir a cada uno reconocer con seguridad el origen de los pensamientos e inspiraciones que nacen en su corazón, del mismo modo que el conocimiento teórico de una técnica cualquiera no permite ejercer con facilidad el oficio correspondiente. El verdadero discernimiento de los espíritus es asunto de “gusto” y de “sabor”; procede de un instinto, de un tanto espiritual muy afinado que es de orden místico y constituye un don gratuito de Dios; no se concede de forma ordinaria más que a aquellos cuyo corazón está profundamente purificado.

Por eso, la tradición siempre ha hecho de la manifestación de los pensamientos a un padre espiritual, una pieza maestra de la formación monástica. “La verdadera discreción”, dice San Juan Casiano, “no se adquiere más que a costa de una verdadera humildad. De esta, la primera prueba será dejar a los ancianos el juicio de todas sus acciones y sus pensamientos, de forma que no se fíe en absoluto de su propio sentido, sino que en todo condescienda a sus decisiones, y que no quiera conocer más que de su boca lo que es necesario tener como bueno y lo que es necesario ver como malo… En efecto, un mal pensamiento producido al día pierde pronto su veneno. Antes, incluso, de que el padre espiritual haya dictado sentencia, la temible serpiente, a quien por esta confesión, por así decir, ha arrancado de su antro subterráneo y tenebroso para sacarla a la luz y exponer su vergüenza, se apresura a retirarse, y sus perniciosas sugerencias no tienen sobre nosotros dominio más que mientras permanezcan ocultas en el fondo del corazón” (6).

La guardia del corazón, “medio corto” para la salvación

La lucha contra los pensamientos es de extrema importancia en la vida espiritual, pues el hombre puede agotar su cuerpo por los ayunos, las vigilias y los trabajos de toda clase, observando escrupulosamente todas las reglas exteriores de la Iglesia y del monaquismo, y permanecer sin embargo asediado por múltiples pensamientos e imaginaciones que la hacen caer finalmente, ya sea en el orgullo, en la fornicación, en la pérdida de la fe en Dios y en la desesperación.

En este sentido, el camino hesicasta es un “medio corto y fácil” que conduce a la salvación “sin pena ni dolor”, como lo decía el staretz del “Peregrino ruso”. Esto no significa que no pida esfuerzo; al contrario; pero nos evita muchas penas inútiles y pérdidas de tiempo midiendo exactamente el esfuerzo del fin perseguido. No debemos olvidar nunca que debemos tender a una desapropiación total del uso de nuestras facultades: sensibilidad, memoria, inteligencia, para que estas estén cada vez más disponibles al consejo interior del Espíritu Santo, de modo que ya no seamos nosotros los que vivimos, sino Cristo en nosotros.

Por esto, es necesario imponer el silencio a todos los sueños de nuestra imaginación, a todas las reacciones de nuestra sensibilidad y de nuestra susceptibilidad, a todas las explicaciones, interpretaciones y teorías que nuestra razón quiere elaborar a propósito de todo. Debemos romper con Cristo todas estas construcciones de nuestra imaginación y de nuestro espíritu, es decir, imponerles la confesión de nuestro pecado y recurrir incesantemente a la misericordia del Señor Jesús y al poder de su Nombre.

Seguramente, en la vida normal, debemos aplicar nuestra atención y nuestra reflexión en las tareas concretas que nos incumben y a todo lo que tiene que ver con nuestra responsabilidad. Incluso así, es necesario hacerlo sin inquietud ni angustia. Y la huida de toda evasión en lo subjetivo, lo imaginario e irreal no hará más que favorecer este realismo eficaz, que nos mantiene en el humilde cumplimiento de la voluntad de Dios. La guardia del corazón, la sobriedad espiritual, implican que la guía de nuestra actuación, sea esencialmente nuestra conciencia iluminada por la fe en la Palabra de Dios, la Tradición de la Iglesia y las directrices de nuestros superiores y padres espirituales. Y en presencia de hechos y circunstancias que no dependan de nosotros, la paciencia y el abandono con respecto a todo lo que Dios permite, sin murmuración ni recriminación, guardará nuestra alma en la paz y dejará a la acción divina toda la libertad para ejercerse, en nosotros y en el mundo, de una forma que no pueda más que desconcertar a nuestras ideas y proyectos.

Los padres enseñan, en efecto, que confiar en sí mismo y creerse capaz de discernir mejor que otros lo que nos conviene es el más fundamental de todos los obstáculos de la vida espiritual. “Por mi parte”, dice San Doroteo, “no conozco ninguna caída de un monje que no haya sido causada por la confianza en sí mismo. Algunos dicen: El hombre cae a causa de esto, a causa de aquello. Pero yo repito, no conozco caída que haya sucedido por una razón más que esta. ¿Ves caer a alguien? Que sepas que se ha dirigido a sí mismo. Nada es más grave que dirigirse uno mismo; no hay nada peor” (7).

La invocación a Cristo

Cuando se reconoce la naturaleza maligna de un pensamiento, hay que combatirla. Más vale entablar discusión con ella, pero cortar pronto el estado de la simple sugerencia, sin esperar a que haya tomado fuerza y despertado complicidades en nuestro corazón. Y puesto que la tentación se manifiesta bajo la forma de una atracción, sólo un mayor amor, una atracción más poderosa, suscitada en nuestro corazón por el Espíritu Santo, podrá permitirnos elevarnos por encima de ella y triunfar. No venceremos la “tentación de hacer el mal”, más que oponiéndole la “tentación de hacer el bien”, inspirada por el Espíritu. Así mismo, el arma principal del monje en este combate será recurrir confiadamente, de forma incansable, a Cristo resucitado, vencedor del maligno. Así es como debemos arrancar, a penas se hayan formado en el pensamiento, las raíces del maligno: los pequeños hijos de Babilonia, según la imagen del Salmo 136, para aplastarlos contra la Roca, que es Cristo” (8).

“Guardad vuestro espíritu con la mayor atención”, escribe Filoteo el Sinaita. Cuando notéis un pensamiento, resistidlo sin esperar, y al mismo tiempo apresuraos a invocar a Cristo nuestro Señor para que ejerza su venganza. Aun sin haber terminado de invocarlo, el dulce Jesús os dirá: “Heme aquí cerca de ti para socorrerte”. Cuando vuestra oración haya subyugado a vuestros enemigos, prestad nuevamente atención a vuestro espíritu. Llegarán olas y se abalanzarán sobre vosotros, unas más poderosas que obras. Vuestra alma golpeada se verá amenazada con hundirse. Pero Jesús es Dios, y por la llamada de sus discípulos, vencerá sobre los golpes del mal” (9).

Esta invocación a Cristo puede revestir diferentes formas: la simple señal de la cruz, mirar el crucifijo, verdadera serpiente de bronce capaz de sanarnos de las mordeduras de las serpientes del desierto, la invocación del nombre de Jesús…. Y el Señor nos escuchará fortificando su amor en nuestro corazón. Cada vez más, nuestra invocación se interiorizará, llegará a identificarse con la atracción hacia Dios semejante al eco en el fondo de nuestro corazón, y cuyo efecto será hacernos inaccesibles a las argucias del maligno. Y el monje entrará entonces, y cada vez más, en esta oración incesante en la que hemos reconocido el pleno cumplimiento de la nueva creación del corazón inaugurada en el bautismo.

Notas:

Extracto de: “Hemos visto la verdadera luz”, padre Placide Deseille, L’Âge d’Homme.

Martyrus (Sahdona), El libro de la perfección; CSCO, 201, p. 28-29.

Apotegmas, Evagrio, 5; Régnault, 93.

Cf. 2ª Corintios 11:14.

Cf. El pastor de Hermas, Pr. VI, 2, 1; S. Atanasio, Vida de San Antonio, cap. 35-36. trad. Lavaud, p. 46-48. Cf. también la “Vida de San Máximo el Kapsokalyvita”, en “El Evangelio en el desierto”, p. 260, 262.

San Juan Casiano, Conferencias II, 10; SC 42, p. 120.

San Doroteo de Gaza, Instrucciones, 5, 66; SC 92, p. 2

San Benito, Regla, Prol. y cap. 4, 50; Turnhout, 1987, p. 7 y 26.

Filoteo el Sinaita, Sobre la sobriedad, 26; en Gouillard, op.cit., p. 151

Fuente:

Traducido por psaltir Nektario B.


CRISTO ES ORTODOXO

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La columna que se abrió y resplandeció por el Fuego Santo (1579 d.C.)

El Sábado Santo de 1579, de acuerdo con los anales eclesiásticos de la ciudad de Jerusalén, los gobernadores turcos de la misma prohibieron al patriarca griego y a los fieles ortodoxos entrar en la Iglesia de la Resurrección para la acostumbrada ceremonia del Fuego Santo.

Los documentos que refieren el suceso no determinan en qué año concreto ocurrió. Refieren, sin embargo, que en aquel periodo era patriarca de Jerusalén Sofronio, mientras que patriarcas de Constantinopla, Alejandría y Antioquía eran respectivamente Jeremías, Silvestre y Joaquín; por último, Murat III1 era sultán del imperio otomano.

Si nos remitimos a los catálogos oficiales (o a las páginas web) de estos cuatro Patriarcados, comprobaremos que los cuatro patriarcas de la Iglesia grecoortodoxa ejercieron sus funciones en la segunda mitad del siglo XVI, y si examinamos el periodo exacto del patriarcado de cada uno de ellos, y el periodo correspondiente al reinado del sultánMurat III, concluimos que el único año en que coinciden los mandatos de los cinco hombres es en 1579.2

De acuerdo con las fuentes escritas, el Sábado Santo de aquel año, un grupo de soldados turcos prohibió la entrada de los ortodoxos en la Iglesia de la Resurrección. La multitud de fieles esperó en el pórtico de la iglesia durante todo el día, incluso después de la puesta del sol.

El patriarca Sofronio IV, que estaba en el primer año de su patriarcado, se encargaba por primera vez de llevar a buen término la ceremonia más importante del año, pero los turcos le privaron de su derecho legal. Este se encontraba orando en la parte izquierda de la puerta del templo, cerca de una columna. Y de repente, cuando había caído ya la noche, la columna se abrió y el Fuego Santo brotó de su interior.

El patriarca encendió inmediatamente el cirio y pasó el Fuego Santo a los fieles. En pocos minutos, la llama sagrada se extendió a todos los presentes y el pórtico de la iglesia se iluminó. Los guardias turcos, asombrados, abrieron entonces las puertas de la iglesia, y el patriarca junto con la multitud de ortodoxos se dirigieron festejándolo al Santo Sepulcro.

Los hechos ocurridos aquel día aparecen registrados en todos los llamados Libros de santuarios de peregrinación de Jerusalén, que son guías para los peregrinos de los Santos Lugares. El más antiguo de estos Libros que se refiere a la hendidura de la columna forma parte de un valioso manuscrito que se encuentra en la Biblioteca de Munich. Se trata del códice Monacensis Gr. 346,3 que contiene el Libro de santuarios de peregrinación del monje Ananía. El manuscrito, redactado por el monje cretense Akakio en 1634, es una copia de la obra original de Ananía, escrita en 1608, es decir, 29 años después del milagro que describe. Esto significa que Ananía tuvo la oportunidad de recoger datos sobre el milagro de personas que vivieron los hechos.

El manuscrito de la Biblioteca de Munich fue publicado por primera vez en 1890 por Papadópoulos-Kerameas en San Petersburgo,4 con traducción simultánea al ruso. De acuerdo con el registro hecho por el cretense Akakio, el monje Ananía refiere lo siguiente:

“Fuera de la Santa Puerta, cerca de la parte occidental, hay tres columnas de mármol, y de la columna central dicen que salió el Fuego Santo en el pasado. Y está bastante partida y se ve hasta hoy en día. Y este milagro mostró Dios de esta manera, porque dicen que en aquel tiempo no dejaban, aquellos que mandaban al patriarca, entrar en el interior para hacer la fiesta de Pascua como era costumbre. El patriarca estaba con las gentes fuera en el patio, el Sábado Santo por la noche, afligidos. Y sostenían las velas en las manos. Y el patriarca estaba situado cerca del trono de Santa Elena, al lado de una columna. Y entonces dicen que salió el Fuego Santo de esa columna que dijimos que está bastante partida, y subió por la columna cerca de la cual se hallaba el patriarca. Y entonces encendió las velas que sostenía el patriarca y de estas encendió las suyas el pueblo, de manos del patriarca, como era costumbre. Entonces, se dice que cuando vieron el milagro aquellos que mandaban, abrieron la puerta santa y entraron el patriarca junto con el pueblo y celebraron la fiesta según la costumbre.”

El mismo relato, con alguna información más, se incluye en muchos Libros de los santuarios de peregrinación de Jerusalén editados en los siglos siguientes. La edición más antigua de estas guías de peregrinos la podemos encontrar en Viena, en 1749, con título Libro de los santuarios de peregrinación de la ciudad santa de Jerusalén, escrito por el archimandrita y guardián del Santo Sepulcro, Simeón.

Dice el archimandrita Simeón:

“Entonces el patriarca se quedó fuera del patio de la iglesia, el día de Sábado Santo hacia la noche, con el pueblo, con una gran pena, implorando al Señor de todo corazón.Yel patriarca subió al trono de Santa Elena cerca de una columna y rezó junto con el pueblo. ¡Qué grande tu misericordia, Señor! Se partió una columna y salió el Fuego Santo y obró el patriarca y encendió las velas que sostenía en sus manos, y de las manos de este encendió las velas el pueblo con su bendición”.5

La edición de Viena refiere otro hecho más, relacionado con un emir árabe, de nombre Tunom, que se encontraba en el patio de la iglesia en el momento del milagro. Cuando vio que la columna prendía comprendió la autenticidad del milagro y confesó a los de su mismo credo el poder de Jesucristo. Puesto que hubo reñido con ellos, su confesión aquella fue la causa de que se ordenara su ejecución y a continuación se entregara su cuerpo a las llamas.6 Hoy se le considera oficialmente mártir y santo de la Iglesia Ortodoxa, su memoria se celebra el 18 de abril y sus reliquias se encuentran en el monasterio griego de la Virgen de Jerusalén.

Otra asimismo importante descripción de la rotura de la columna se registra en la Crónica del monje moldavo Parthenius Ageev,7 que visitó Jerusalén en 1845. En el segundo tomo de su Crónica, el monje Parthenius refiere que la columna se quiebra una vez que fue golpeada primeramente por un rayo:

“Esta columna es objeto de culto por parte de los ortodoxos así como por los no ortodoxos, incluso por los armenios. Me gustaría escribir algo acerca de este suceso, sobre cómo los cristianos ortodoxos de oriente hablan unánimemente sobre él y los mismos turcos lo corroboran. En una pared existe una inscripción de mármol donde dicen que está grabado este suceso, pero no pudimos leerlo porque está inscrita en árabe con letras sirias. Así tan sólo oí sobre él pero no lo leí”.

Y continúa describiendo el milagro:

“Había pasado ya más de media hora y todavía no había hecho su aparición el Fuego Santo. El día era hermoso y despejado. El patriarca estaba situado a la derecha. Y de repente, cayó un rayo, y en la parte izquierda la columna del medio se partió y de la grieta surgió un fuego. El patriarca se levantó y encendió sus cirios y todos los ortodoxos encendieron los suyos”.8

La referencia del monje moldavo es de particular relevancia porque confirma que el hecho de que la columna se hubiera partido y encendido estaba registrado en una inscripción de mármol con letras sirias.

Lo que tiene relevancia en nuestra investigación es que en los dos casos, que sea producto de un rayo o que la columna se haya agrietado e incendiado por sí sola, se trata de un milagro porque el patriarca, quien estaba situado a su lado, encendió los cirios con el fuego que se produjo.

Pero si un fuego o una descarga eléctrica traspasaron la columna con tal fuerza hace 430 años, su huella entonces debe de ser visible todavía. La grieta parece realmente que está quemada y desgastada por el fuego; pero, ¿en qué medida estas huellas de corrosión pueden ser comprobadas y demostradas científicamente?

En Pascua del año 2008, la columna partida fue objeto de estudio por parte de Andrey Volkov. El físico ruso envió fotografías de alta resolución de la fisura a un compatriota suyo, el profesor Eugeny Michailovich Morozov,9 considerado uno de los investigadores punteros a nivel mundial en el campo científico de la Mecánica de Fractura10 (Fracture Mechanics) y de la Física de la Resistencia de los Materiales.

El profesor Eugeny M. Morozov, una vez que hubo examinado minuciosamente las fotografías de la grieta – como la que presentamos a la izquierda –, llegó a la conclusión de que la grieta en cuestión ¡sólo podría aparecer como resultado de una descarga eléctrica!

Andrey Volkov, que colaboró con Eugeny Morozov en esta cuestión, hizo las siguientes declaraciones en una entrevista concedida al periódico Vera:

“Esta casualidad, es decir, que precisamente en Pascua no descendiera el Fuego Santo y apareciera la grieta, ¿acaso no es un milagro? Claro que alguien podría decir que todo estaba amañado y que la grieta en la columna había sido hecha de manera artificial. Nos dirigimos a Eugeny Michailovich Morozov, que es un especialista puntero en el campo de la Mecánica de Fractura, no sólo en Rusia, sino en todo el mundo, y que ha escrito más de 800 estudios científicos sobre este tema. Eugeny Michailovich examinó las fotografías detalladas de la grieta y sentenció categóricamente que, dada la estructura de la fisura, sólo podría aparecer como resultado de una descarga eléctrica. ¿Qué significa esto? Que era completamente imposible que alguien realizara esta grieta; ¡imaginen lo potente que tendría que ser el transformador que tuvieran, y sobre todo en el siglo XVI, cuando la gente no tenía ni idea de la existencia de la energía eléctrica!”

La opinión científica de EugenyMorozov posee indudablemente un gran peso y confirma las fuentes escritas que se refieren a la milagrosa rotura de la columna. Me gustaría, sin embargo, presentar una segunda opinión al respecto. Es por ello que recurrí a uno de los científicos griegos más prestigiosos en el campo de la Mecánica de Fracturas, el profesor de la Universidad de Atenas, Georgos A. Papadópoulos,13 a quien envié pormenorizadas fotografías de la grieta.

Papadópoulos, una vez hubo examinado las fotografías, concluyó que la grieta de la columna fue realmente producto de una descarga eléctrica manifestada junto con una ola sísmica con dirección de abajo hacia arriba. Considera que esta extenuación combinada de la columna – descarga eléctrica + ola sísmica – es inexplicable y por ello llega a la conclusión de que “sólo se podría hablar de milagro”. El origen de la descarga permanece desconocido desde el punto de vista científico. El profesor Papadópoulos en una carta de respuesta a mi solicitud al respecto, enviada por e-mail, declara lo siguiente:

“Estimado Sr. Skarlakidis:

Gracias por su e-mail con fecha 31/1/2010. Espero haber ayudado a su valiosa obra. Llevo 35 años ocupándome de la Mecánica Experimental de las Fracturas en el Laboratorio de Resistencia de los Materiales de la Universidad Politécnica Nacional Metsovio y creo que allí donde no hay respuesta científica existe el Milagro.

No hay ninguna razón por mi parte para cuestionar el manuscrito de la Biblioteca deMunich del año 1634 que refiere cómo se partió de manera milagrosa la columna y lo que a continuación sucedió; es decir, el hecho de que el patriarca griego hubiese encendido su antorcha en este Fuego. No creo que un milagro pueda ser cuestionado y más aun cuando existen testimonios al respecto, como se ha señalado.

Tras haber examinado las fotografías de la grieta se podría concluir que se trata del resultado de una mezcla de fuerzas de desgaste. Una combinación de descarga eléctrica (probablemente la caída de un fuerte rayo) y un fuerte movimiento sísmico. La descarga eléctrica, debido a la alta temperatura del momento, resquebrajó el material de la columna a lo largo de una estrecha zona (origen). La ola sísmica superficial sometió a la columna a una oscilación de torsión (desgaste). Resultado de este desgaste simultáneo es que la grieta se haya iniciado en la base de la columna y se haya propagado en zigzag (como se aprecia en la fotografía, la dirección de la grieta no es en línea recta) a lo largo de la zona resquebrajada por la descarga eléctrica. Si realmente sucedió todo lo referido, permanece inexplicable, según mi opinión, este doble (combinado) desgaste de la columna.

En consecuencia, sólo se podría hablar de milagro.

Estimado Sr. Skarlakidis, le felicito por el esfuerzo que está realizando y le deseo un gran éxito de todo corazón.

Atentamente,

Georgos Papadópoulos

Profesor de Mecánica

Experimental de las Fracturas

Universidad Politécnica Nacional Metsovio”.

Con este hecho prodigioso de la columna que se abrió y prendió concluimos el largo periplo a través de los siglos en relación con el milagro del Fuego Santo. Nuestro viaje comenzó hacia el año 330, con la referencia de San Gregorio el Iluminado al encendido de la lámpara colocada en el Sepulcro de Cristo, y termina en el año 1579 con el hecho que acabamos de analizar. Los testimonios que hemos presentado son cuarenta y tres en total, y cada cual los puede evaluar según su criterio.

Examinando en breve estos testimonios, merece la pena reseñar tres características especiales. En todos los testimonios hay un parámetro común: la referencia a un fuego o a una llama o a un relámpago que desciende del cielo en presencia de multitudes, en una época en la que no hay ni electricidad ni la posibilidad técnica de producir un fenómeno semejante.

La segunda característica reseñable es el encendido de la lámpara votiva y la iluminación de un Sepulcro vacío, oscuro y sellado. ¡Este hecho tuvo lugar al menos durante seis siglos! La iluminación del interior del Sepulcro no se producía naturalmente sólo por el resplandor de la lámpara votiva, sino principalmente por la luz que emanaba de la propia piedra en la que yació el cuerpo de Jesús.

La tercera característica importante que se refiere en muchas de las narraciones es el sincronismo de los dos fenómenos mencionados –es decir, el descenso del fuego celestial y al mismo tiempo el encendido de la lámpara votiva y la iluminación del interior del sepulcro. Esta simultaneidad sólo podría ser lograda mediante intervención divina.

Hemos ya mencionado que en el presente tratado no se incluyen testimonios posteriores a 1579 (a pesar de que existen bastantes), ni más recientes; por un lado porque se produciría saturación de datos y por otro porque para hacer algo así se precisa mucho espacio.Además, la estructura del tratado es claramente histórica y la orientación está dirigida exclusivamente a los primeros años en los que aparece constatación del milagro. A pesar de ello, hemos considerado necesario incluir once testimonios más recientes que presentan un particular interés.

Los dos primeros proceden de dos testigos presenciales: el monje moldavo Parthenius (1846) y el arqueólogo inglésWarren, quien vivió el milagro en cuatro años consecutivos, durante el periodo 1867-1870. Con estas dos narraciones el número total de testimonios históricos asciende a cuarenta y cinco.

Las siete siguientes proceden de cinco patriarcas griegos y dos obispos, los cuales fueron jefes de la ceremonia y describen el milagro tal y como lo vivieron dentro del Santo Sepulcro. De esta manera tendremos una visión más completa de qué es lo que ocurre exactamente dentro del santuario en el momento en que aparece el Fuego Santo.

Un décimo nuevo testimonio, que asimismo presenta destacado interés, procede de la única persona que vivió el milagro dentro del Sepulcro sin tener derecho a ello. Se trata del monje griego Mitrofanis, quien el Sábado Santo del año 1926 se ocultó en el techo del Santo Sepulcro con intención de vivir el milagro de cerca.

El undécimo y último testimonio nuevo es el del autor y tiene que ver con el Sábado Santo de 2008. Empecemos, pues, con este testimonio personal.

* * *

Referencias:

1. En el “Libro de los santuarios de peregrinación de la ciudad santa de Jerusalén y toda Palestina” (p. 49), que publicó Crisanthos Prousis en 1787 en Viena, se refiere que el hecho sucedió “en tiempos de Su Ilustrísimo Señor Sofronio patriarca de Jerusalén, Jeremías patriarca de Constantinopla, Silvestre patriarca de Alejandría y Joaquín de Antioquía y bajo el reinado del sultán Murat”.

2. El sultán turco Murat III (Sultan Mourad Khan ΙΙΙ) gobernó durante el periodo 1574-1595, Sofronio IV de Jerusalén fue patriarca en el periodo 1579-1608, Jeremías II de Constantinopla en los años 1572-1579, Silvestre de Alejandría en el periodo 1569-1590 y Joaquín IV de Antioquía en el periodo 1553-1592. El único año común es 1579.

3. El manuscrito está registrado con el número 346 en el catálogo de Ignaz Hardt, Catalogus codicum manuscriptorum graecorum bibliothecae regiae Bavaricae, t. 3, Munich, 1812, pp. 547-48.

4. Libro de santuarios de peregrinación de Jerusalén y Santos Lugares, 1608-1634, ed. Α. Papadópoulos- Karameas, San Petersburgo, 1890, p. 17.

5. Simeón, Προσκυνητάριον Αγίας Πόλεως Ιερουσαλήμ [Libro de santuarios de peregrinación de la Ciudad Santa de Jerusalén], Viena, 1749, p. 19.

6. En relación con el emir árabe, se refiere lo siguiente en la edición de Viena: “Hay también algunos cuerdo del milagro que tuvo lugar. Dicen que los hundió un emir, el cual, viendo aquel extraordinario milagro, creyó inmediatamente en Cristo, y gritando “una es la fe de los cristianos” hundió aquellos clavos, uno a uno, en la piedra como si fuera blanda cera y murió como mártir quemado en la hoguera” (Simeón, op. cit., p. 20). 
El suceso de los clavos se refiere también brevemente en el manuscrito de Munich: “Se encuentran algunos clavos hundidos en la tierra delante de la santa puerta. Dicen que los clavaron en aquel tiempo” (fol. 87r).

7. El monje Parthenius nació en la ciudad de la Rumanía actual de Iasi en 1807.

8. Traducción de la ediciónMonk Parthenius, “HolyWeek and Pascha in Jerusalem”, Orthodox Life 34, 2 (1984), Nueva York, Jordanville. Cf. también K. Miliarás, Estudio histórico sobre el Fuego Santo, Jerusalén, 1934, p.17.

9. Eugeny Morozov, nacido en 1927, es Doctor de Ciencias Técnicas y profesor de “Física de la Resistencia” en el Instituto de Ingeniería Física deMoscú. Ha creado ecuaciones matemáticas, programas de CAE y formulado teorías en relación con las características de la resistencia de los materiales en la formación de grietas y con los límites de la resistencia de los materiales. Su carrera académica e investigadora comenzó en 1951 y, tras numerosos premios y reconocimientos, continúa su labor hasta nuestros días.

10. La Mecánica de Fractura es una ciencia que se ocupa del estudio de la formación de grietas en materiales. Utiliza métodos analíticos de la mecánica para estudiar los mecanismos que propagan las fuerzas en una grieta, además de métodos experimentales relativos a la mecánica de sólidos para determinar las resistencias relativas del material a la fractura.

11. El tratado fue escrito por Morozov y Vladimir Parton y lleva por título “Механика упругопластического разрушения. Специальные задачи механики разрушения” (Elastoplastic Fracture Mechanics. Special problems of Fracture Mechanics), 2008.

12. Periódico Vera, 21 de abril de 2009.

13. Georgos A. Papadópoulos es profesor deMecánica de Fracturas en la Universidad Politécnica Nacional Metsovio y autor de numerosos tratados y artículos científicos en el campo de la Mecánica de Fracturas. Cf. G.A. Papadópoulos, Fracture Mechanics: The Experimental Method of Caustics and the Det.- criterion of Fracture, Londres, Springer Verlag, 1993. Cf. también G.A. Papadópoulos, Mecánica de Fracturas Experimental (Métodos Visuales de Análisis de Tensiones), Atenas, 2007.

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Objeciones a la Confesión

Por el archimandrita Serafín Alexiev

La confesión debe ser tan importante para nosotros, pecadores, que podamos decir con audacia: no hay salvación para nosotros sin arrepentimiento y la confesión es su conclusión normal. Abba Isaías expresa el mismo pensamiento: “Si no hay arrepentimiento, nadie puede ser salvado”. Así como nos purifica el bautismo del pecado de nuestra separación con respecto a Dios y de todos los pecados conocidos antes del bautismo, así, el arrepentimiento que conlleva la confesión de nuestros pecados nos purifica de toda infracción cometida antes del bautismo.

A fin de sustraernos a la confesión, exponemos objeciones al respecto. ¿Cuáles son las principales?

1.Soy muy pecador. ¿Dios puede perdonar mis pecados? No lo creo. He aquí porque es inútil confesarme.

Esta objeción expresa una actitud orgullosa. El hombre atribuye más peso a sus actos que a la misericordia de Dios. Revela una falta de fe y de esperanza en Su infinita bondad. Pero si un hombre se arrepiente sinceramente, todo pecado puede serle perdonado. “El poder del arrepentimiento está basado en el poder de Dios. El Médico es Todopoderoso y la medicina dada por el es todopoderosa” (San Ignacio Briantchaninov).

San Juan Crisóstomo, al evaluar los resultados milagrosos de un arrepentimiento sincero, dice: “El arrepentimiento es una medicina que destruye el pecado. Es un don celestial, una fuerza maravillosa que, por la gracia de Dios, vence al poder y al rigor de la ley. No rechaza al fornicador, no despide al adúltero, no desdeña al borracho, no anatematiza al idólatra, no descuida al que escandaliza, no persigue al que abusa, ni siquiera al hombre arrogante. Regenera a cada uno porque es un horno que purifica el pecado. La herida y la medicina, son el pecado y el arrepentimiento. No digas: he pecado mucho, ¿cómo puedo salvarme?. Tú no puedes, sólo Dios puede, y puede hacerlo de forma que todos tus pecados sean destruidos. Escucha atentamente estas palabras: tu Dios destruye tus pecado de forma que no quede ni un lugar, ni un rastro que subsista, y restaura entonces tu salud, y te presenta la justicia que te libera de la pena de muerte. Te da la justicia, y el que ha pecado, Él lo hace igual al que no ha pecado, porque destruye el pecado como si no hubiera existido nunca. Pero tú dirás: “¿Es posible para el que se arrepiente, ser salvado?”. Es perfectamente posible. “Pero he pasado toda mi vida en el pecado; si me arrepiento, ¿seré salvado?”. Por supuesto. “¿Cómo lo sabemos?”. Por el amor que Dios tiene por el hombre. “¿Me puedo fiar de vuestro arrepentimiento para destruir la multitud de vuestros pecados?”, nos dice la Escritura. En efecto, Dios conoce los límites del arrepentimiento del hombre y esto no impide perdonar los pecados. Si tuvieras que fiarte solamente por tu arrepentimiento, entonces, en efecto, deberías temblar, pero la misericordia de Dios se une al arrepentimiento. Y la misericordia divina no tiene límites, las palabras no pueden expresar Su bondad. Nuestra maldad tiene un fin, pero la medicina no tiene límite. El mar, tan grande como es, tiene un fin, pero por el contrario, el amor de Dios por el hombre es infinito.

2.Otro dice: “¿Por qué debería ir a confesarme? No tengo pecados particulares. Dejemos que se confiesen los que han matado, robado, violado o cometido otros pecados”.

Esta objeción a la confesión está diametralmente opuesta a la primera. En el primer caso, el hombre hace de forma opresiva lo que es malo y no cree poder ser perdonado. Ahora, hay ausencia de conciencia de nuestra malicia: “No tengo pecados particulares”. Pero, ¿es realmente así? Cuando un hombre permanece en una habitación enclaustrado durante un tiempo prolongado, se acostumbra al aire viciado y no se da cuenta de cuán desagradable es. Pero alguien que viene del exterior no soportará el olor ambiental de la habitación y huirá. Que los que dicen: “No tengo pecados particulares”, respondan si Cristo está en su corazón. Jesús Cristo se complace habitando en los corazones puros. Pero sus corazones, ¿son puros?. Imaginan que son puros, pero la imaginación no es la realidad. Si decimos que no hemos pecado, nos engañado, y la verdad no está en nosotros (1ª Juan 1:8). Y allí donde está la mentira, Cristo no está.

¿Entonces, qué hacer? Confesémonos. “Encontrar una actitud digna y justa nos purifica de toda injusticia” (1ª Juan 1:9). Los santos padres nos enseñan que es muy difícil para un hombre ver sus pecados. Explican esto por la ceguera causada por el maligno. Abba Isaías dice: “Cuando un hombre se separa del que está a su izquierda, es decir, de la comunión con los demonios y sus sugerencias, entonces verá plenamente sus pecados contra Dios y conocerá a Jesús Cristo. Pero un hombre no puede ver sus pecados mientras no se separe de ellos, y esto exige trabajo y destreza. Los que han alcanzado esta condición, han encontrado las lágrimas cuando se acuerdan de su amistad viciosa con las pasiones, no osan mirar a Dios, y viven constantemente con un corazón quebrantado”. Si fuera simple ver nuestras faltas, San Efrén el Sirio no habría rezado diciendo: “Señor, concédeme ver mis faltas”. Y así mismo San Juan de Kronstadt no podría decir: “Es verdaderamente un don de Dios ver nuestros pecados en multitud y su horror”.

Los que creen no tener ningún pecado sustancial del que reprocharse están, de hecho, ciegos. Deben rezar a Dios para que les conceda percibir sus pecados y así liberarse del engaño fatal extremo de que no tienen ningún pecado particular. Incluso si sus pecados son tan pequeños como granos de arena, si no son borrados por la confesión constante, se acumulan y manchan la morada de su corazón, y del mismo modo el ilustre Huésped celestial no puede entrar en ella.

Los pequeños pecados son muy a menudo más peligrosos que los más grandes delitos o crímenes, porque estos últimos pesan pesadamente sobre la conciencia y piden ser reparados confesados, clarificados. Borrados. Por el contrario, los pecados pequeños no pesan demasiado sobre el alma, pero tienen la particularidad peligrosa de hacerla insensible a la gracia divina e indiferente a la salvación. Pocos hombres han perecido por los golpes de bestias feroces, que por el contacto de pequeños microbios invisibles al ojo humano. Considerados como insignificantes, los pequeños pecados no son, generalmente, objeto de nuestra atención. Son fácilmente olvidados y crean en el hombre la peor costumbre, la de pecar inconscientemente adormeciendo la conciencia moral. Así, el miserable pecador llega a engañarse creyendo que no es pecador, que todo va bien con él mientras que es un miserable y servil esclavo del pecado.

Los pequeños pecados crean una verdadera estancación de la vida espiritual. Así como el péndulo se detiene a causa de la acumulación de polvo, así el pulso espiritual del hombre se extingue gradualmente bajo la densa capa de la multitud de pequeños pecados. Para que el péndulo funcione de nuevo, el polvo debe ser eliminado. A fin de restaurar su vida espiritual, el hombre debe confesar el menor pecado.

3.Un tercero dijo: “Todo esto es verdad. Pero, ¿por qué confesarme cuando sé que mañana pecaré de nuevo? ¿Tiene la confesión un sentido en este contexto? Considero que la confesión sólo tiene sentido si no pecamos en el futuro”.

Esta objeción a la confesión encierra a la vez algo de verdad y algo que no lo es. La verdad es el deseo de no pecar más después de la confesión. Pero somos seres débiles y no podemos alcanzar inmediatamente tal firmeza, hasta el punto de hacer imposible el hecho de sucumbir de nuevo. Si no podemos acceder inmediatamente a la constancia en la virtud, ¿debemos someternos al vicio? ¿O debemos dejar de confesarnos? ¿Qué es preferible, revolcarse en el lodo del pantano espiritual, o levantarse después de cada caída y proseguir con la esperanza de que un día lleguemos a la magnífica cima de la virtud?

Si no te confiesas, permaneces en el lodo. Si te confiesas, te levantas del lodo y te lavas. “Pero, ¿para qué me levantaré, si mañana sucumbiré de nuevo?”, dirás. Si caes de nuevo, ¡levántate de nuevo!. Cada día, vuelve a comenzar. Siempre es mejor sucumbir a la actitud, que no levantarse.

Un joven monje se lamentaba ante el gran asceta Abba Sisoes:

-Abba, ¿qué debo hacer? Sé que sucumbiré.

-“Levántate”. Más tarde:

-Me he levantado y he sucumbido de nuevo.

-“Levántate de nuevo”.

-¿Cuántas veces debo levantarme y sucumbir?

-“Hasta la muerte”, respondió Abba Sisoes.

Este sabio diálogo debería ser interiorizado por todo el que desea enmendarse pero, engañado por el maligno, vuelve a sus pecados anteriores. Cada vez que sucumbas a una transgresión, ¡levántate!. Levantarse, es la confesión. No es un juego, sino una batalla que tiene mucho sentido. Si nosotros, seres humanos débiles, caemos y a continuación nos volvemos a levantar, existe una gran probabilidad de que la muerte nos encuentre en pie. Entonces, estamos salvados. Pero si no tenemos intención de volvernos a levantar, la muerte nos encontrará seguramente sumergidos en el lodo. Y entonces, la probabilidad de que estemos perdidos para siempre, será muy alta.

San Juan Crisóstomo dice: “El arrepentimiento abre el cielo al hombre, lo lleva al paraíso, vence al maligno. ¿Has pecado?. No desesperes si pecas cada día. Ofrece tu arrepentimiento cada día. Cuando hay partes podridas en una vieja casa, son remplazadas por nuevas y no dejamos de arreglar la casa. Razona del mismo modo: si hoy, has sucumbido al pecado, purifícate inmediatamente por medio del arrepentimiento. Para lavar la suciedad corporal, Dios nos ha dado el agua. Y para purificar la mancha espiritual, Dios nos ha dado la gracia del sacramento de la confesión. Cualquier hombre que se ensucia las manos, se las lava. Nadie dice: “Ya no me lavaré más las manos, porque me las mancharé de nuevo”. Entonces, ¡porqué tanta gente dice: No me confesaré, porque pecaré de nuevo!. Es evidente que el enemigo de nuestra salvación nos induce a no purificar nuestras almas a fin de poder dominarlas.

No debemos ceder a nuestra pereza espiritual, a nuestra falta de valor frente a nosotros mismo, a estas sugerencias malignas. Debemos confesarnos frecuentemente, porque el lavado frecuente produce el gusto por la limpieza en nosotros. Deja tu casa cubierta de polvo, sin limpiar y sin ventilar durante un año. Será semejante a una pocilga. Entonces imagina a qué se asemeja el alma del hombre si no la ha purificado por la confesión, no sólo durante un año, sino durante veinte, cuarenta, sesenta, setenta años!.

4.Un cuarto dijo: “Me confesaré con Dios. ¿Qué necesidad tengo de acudir al sacerdote?”.

Dios ha ordenado al sacerdote para administrar los santos sacramentos, de forma que podamos recibir por medio de ellos, la gracia celeste de la salvación. La confesión es igualmente un sacramento. Si te confiesas ante Dios, haces bien porque escuchas a tu conciencia recordándote tus pecados. Quizá viertas lágrimas por ellos. Pero no recibirás de esta forma la gracia divina del perdón. Confesarse con Dios sólo puede llevarnos a la ilusión de ser perdonados o mantenernos en una “relación intelectual” con Dios. Siéntate. Piensa en el día sin ocaso del Reino. Los que han complacido a Dios participarán de manera inimaginable en la Cena Mística, en la comunión celestial, mientras que tú, no podrás tomar parte, ni mística, ni realmente. Poco importa hasta qué punto has sido asediado en el pensamiento, pues esto será verdad siempre y cuando no hayas aceptado visiblemente la Santa Comunión, y hasta que vayas al sacerdote, a quien Jesús Cristo mismo ha dado el poder de atar y desatar los pecados. Si no, poco importa el número de veces que te hayas confesado ante Dios, pues no recibirás el perdón de tus pecados. ¿Por qué? Dios mismo ha dicho al sacerdote: “A quienes les perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes les retengáis sus pecados, les quedarán retenidos” (Juan 20:23).

Además, la confesión al sacerdote reviste un gran significado. Es muy instructivo. Nos humilla porque nos pone en nuestro lugar con relación a Dios. Sana nuestro orgullo, nos hace sonrojar de forma beneficiosa, insufla la vergüenza del pecado y del temor de Dios. Nos protege de los pecados futuros. Cuando pecamos, pecamos contra Dios Todopoderoso, pero no nos avergonzamos ante Él porque no lo vemos, como si mantuviéramos un monólogo. Pero nos cubre la vergüenza cuando nos confesamos ante el sacerdote. El hombre que está sometido al mandato de la Iglesia de confesase ante un sacerdote, repite sus pecados cuando piensa en la obligación de desvelarlos nuevamente durante la confesión. Ocho días después de Su Resurrección, Jesús Cristo dio sabiamente el mandato de que nuestro arrepentimiento fuera expresado ante un sacerdote que obra como testigo de Dios.

“Pero, ¿cómo puede el sacerdote absolver los pecados?, preguntaréis. Tiene poder porque Dios lo ha decidido así. “¿Pero no es el sacerdote igualmente un pecador?”. Si es un pecador, ¿tú qué pierdes?. Es pecador por sí mismo y responderá ante Dios por sus pecados”. Los sacramentos administrados por él no dejar se estar activos si los recibimos con fe y humildad. La gracia puede serle rechazada el día del Juicio a causa de sus pecados, pero tú, aceptando la gracia divina por su intermediario, no te privas de ella si eres digno. “Pero, ¿no desvelará el sacerdote el secreto de la confesión de mis pecados?”. ¡No!. Ningún sacerdote tiene derecho a contar lo que ha escuchado durante la confesión. Debe llevárselo a la tumba. Tampoco nos preocupemos de la eventualidad de la vergüenza causada porque nuestros pecados puedan ser desvelados en sociedad. Señalemos que, si evitamos la confesión a causa del celo por nuestro honor, esto significa que tenemos vergüenza de nosotros mismos. Si la gente presencia nuestras debilidades, poco importa la diligencia con la que las disimulemos. Si las confesamos ante un hombre, Dios, a causa de nuestra humildad ante el único testimonio del sacerdote, nos cubrirá con Su gracia ante la multitud. Sin embargo, si protegemos nuestra reputación durante la confesión, nuestra autoridad se hundirá ante todos. Si confesamos ante un hombre, un simple hombre, la confesión nos enseñará a luchar contra nuestras pasiones. Pero si no deseamos sanarnos por la confesión, expondremos entonces nuestro nombre y reputación a denigración, aquí y en la desgracia ante el universo entero en el día del Juicio Final.

5.Un quinto dijo: “Iré al sacerdote para que me diga la oración de absolución”.

He aquí el abuso más sacrílego de la confesión. ¿Cuál es el significado de la oración de absolución?. Se trata de absolver los pecados. En el caso que nos concierne, el penitente se dirige al sacerdote, y sin confesar sus pecados, le dice: “Padre, diga la oración de absolución (u oración de perdón) por mí”. Y el sacerdote cubre la cabeza del penitente con el epitrajil y le perdona los pecados que no ha confesado. Detente, siervo de Dios. ¿Qué haces? ¿Conoces los pecados disimulados en esta alma a la que confieres el perdón divino tan fácilmente? ¿Te das cuenta de la responsabilidad que tienes ante Dios? Si se te oculta un pecado grave y sin pensarlo confieres el perdón al penitente que lo ha cometido y le permites tomar parte en la Comunión de los Santos Dones, ¿no acelerarás la muerte de su alma? ¿No conoces las palabras del santo apóstol Pablo?; “Quien come indignamente de este pan y bebe indignamente de esta copa, es culpable el Cuerpo y de la Sangre de Cristo” (1ª Corintios 11:27).

¿Por qué no examinas al que se acerca a ti? ¿Por qué le dejas comer y beber su condenación eterna? ¿Por qué das el sacramento a un pecador impenitente? Judas tomó parte igualmente en los Santos Dones, con los apóstoles, en el momento de la Última Cena, pero puesto que era un pecador impenitente, en lugar de la gracia divina, el maligno entró en él. ¿Deseas hacer un nuevo Judas de un cristiano inconsciente que se acerca a Cristo sin confesión, solamente con una oración de absolución? Es preferible impedirle la Santa Comunión al hombre que no se ha arrepentido, hasta que se arrepienta, en vez de darle el Fuego y la condenación.

Esta lectura de la oración de absolución para apaciguar la conciencia es un pecado, tanto para el sacerdote como para el laico, porque en su esencia hay simulación y mentira. Esta práctica, así como la de la absolución para toda la asamblea, no conduce a la sanación espiritual, sino a un mayor estado de pecado. Alguien está enfermo de forma crítica. La enfermedad está identificada con certeza y la medicina es conocida con precisión, pero puesto que es amarga, el enfermo pide algo más agradable. Entonces el médico le da, ya sea morfina para calmar el dolor, o sirope muy dulce sin ninguna utilidad. ¿Sanará el enfermo? ¡Nunca! ¿Y quién será responsable de su muerte? Él mismo, porque ha pedido sirope dulce para engañarse, y el médico que sabía lo que debía prescribir, no lo ha hecho únicamente por el deseo de complacer, o incluso por pereza, por negligencia, o por costumbre, o quizá incluso por desconocimiento de este sacramento.

Recientemente, una afamada dama cristiana, me confesó lo siguiente: “Me estaba preparando para la Santa Comunión. Fui a la iglesia y busqué al sacerdote para confesarme. El sacerdote estaba muy ocupado y su humor, como lo había notado, no era bueno. Me recibió con cierta irritación: ¿Por qué vienes? ¿Para confesar siempre los mismos pequeños pecados? Usted no ha cometido ninguna transgresión importante ante Dios”. Y ella dijo: “Pero quiero confesarme, pues algo me sobrecarga pesadamente”.

“No es necesario”, dijo él. “Ven y arrodíllese aquí”.

“Obedecí y leyó la oración de absolución. Me levanté y me fui, pero mi alma no estaba aliviada. La carga estaba allí, y me atormentaba mucho más. Desde el centro de la iglesia, volví hacia el sacerdote. Pero ya estaba ocupado con otros fieles. Llegó el tiempo de la comunión. No intenté ir porque sentía que mi conciencia no estaba aliviada. El domingo siguiente, fui a otra iglesia. Allí, confesé y comulgué. Sentí un gran júbilo en el momento de la confesión, y a partir de ese momento me sentí tranquila.

Extracto del libro del archimandrita Serafín Alexiev, “The Forgotten Medicine: The Mystery of Repentance”, St. Xenia Press, Wilwood, CA. 1994.

Traducido por psaltir Nektario B.

© Marzo 2015

Fuente:



CRISTO ES ORTODOXO

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Por Qué abandoné la Iglesia Católica Romana por el Obispo Paul Ballaster-Convolier (+1984)


Obispo Pablo de Ballester-Convallier: Un mártir contemporáneo Neo de la Ortodoxia (25 aniversario de su martirio: 1984-2009)

Dos mil nueve marcó el 25 aniversario de la muerte como un mártir de la tarde el obispo Pablo de Ballester-Convallier (1927-1984). Como un monumento a lo reproducimos aquí su artículo en el que explica por qué y cómo se convirtió a la Iglesia ortodoxa del catolicismo romano.

El siguiente artículo del entonces hierodiácono (diácono monástica) Fr.Pablo Ballester-Convollier fue publicado en dos artículos de seguimiento Kivotos Revista (julio de 1953, p. 285-291 y diciembre 1953 p. 483-485).Anteriormente, un monje franciscano que había convertido a la Ortodoxia, el obispo Paul fue hecho Obispo titular Nacianceno del Santo Arquidiócesis de Norte y Sur América, con sede en la Ciudad de México. Allí se encontró con la muerte de un mártir. La noticia de su muerte se informó en la primera página del periódico Kathemerini (un diario de Atenas) el sábado 4 de febrero de 1984) que dice ”

EL GRIEGO ORTODOXO OBISPO PABLO FUE ASESINADO EN MEXICO

Como se dio a conocer en la Ciudad de México, antes de ayer el obispo de Nacianzo, Paul De Ballester de la Arquidiócesis Ortodoxa Griega de Norte y Sur América, murió. Fue asesinado por un mexicano de 70 años, un militar retirado que sufría de problemas psiquiátricos. El entierro fue atendido por el Arzobispo Iakovos que estaba al tanto de la labor del obispo activo. Cabe señalar que el obispo Paul era de origen español y fue recibido en la Iglesia ortodoxa como un adulto. Destacó como principal pastor (obispo) y el autor. Las autoridades mexicanas no excluyen la posibilidad de que su asesino fue conducido a su acto a través de una especie de fanatismo. Obispo Paul era natural de Cataluña, España. Estudió en los seminarios de Atenas y Halki, Turquía. Fue ordenado sacerdote en Atenas como diácono en 1953 y sacerdote en 1954, su ministerio como sacerdote fue el primero en Constantinopla (1954-1959) y como sacerdote en 1954 y luego en la Arquidiócesis Ortodoxa Griega de América (1959-84 ). En 1970 fue consagrado Obispo titular de Nacianceno (en Nueva York), con sede en la Ciudad de México. Su trabajo allí como un hombre de iglesia, profesor universitario y autor voluminoso fue brillante y visible, pero por desgracia estaba sellado con su muerte prematura. Fue asesinado en la conclusión de la Divina Liturgia en la Ciudad de México en 1984, su funeral asistieron el Arzobispo Iakovos que elogió el trabajo excepcional de esta vibrante Obispo ..

En este artículo se va a abrir muchos ojos a la locura completa del diálogo con la operación del Papa. El autor revela sus afirmaciones erróneas a la primacía y la infalibilidad, la sola razón de que la ortodoxia debe huir de ellos.

Obispo Paul Nacianceno no sólo resultó digna de su vocación, pero también se convirtió en un mártir de la ortodoxia neo. En una reciente visita a la Ciudad de México de su Santidad el Patriarca Ecuménico Bartolomé en 2006, Metropolitan Atenágoras fue dirigida a erigir un monumento de este obispo en la corte frente a la Iglesia Catedral de Santa Sofía, que fue construida por este obispo.

1.Cómo empezó todo

“Mi conversión a la Ortodoxia comenzó un día mientras yo estaba re-ordenar los catálogos de la biblioteca del monasterio pertenecía a. Este monasterio perteneció a la orden franciscana, fundada en mi país de España. Mientras yo estaba clasificando diferentes artículos antiguos relativos a la Inquisición, se me ocurrió venir a través de un artículo que fue realmente increíble, que data de 1647 En este artículo se describe una decisión de la Inquisición que anatematizado como herejía cualquier cristiano que se atrevió a creer, aceptar o predicar a los demás que él apoyó la validez apostólica del apóstol Pablo.

Fue sobre este hallazgo horrible que mi mente no podía comprender. Inmediatamente pensé para calmar mi alma que tal vez se debió a un error tipográfico o debido a alguna falsificación, que no era tan poco común en la Iglesia de Occidente de la época cuando los artículos fueron escritos.

Sin embargo, mi perturbación y la sorpresa se incrementaron después de investigar y confirmar que la decisión de la Inquisición que se hace referencia en el artículo era cierto. De hecho, ya durante dos ocasiones anteriores, a saber, en 1327 y 1331, los Papas Juan XXll y Clemens Vl habían condenado y anatematizado cualquiera que se atreviera negar que el Apóstol Pablo, durante toda su vida apostólica estaba totalmente subordinado a la autoridad monárquica eclesiástica de la primer Papa y el rey de la Iglesia, el apóstol Pedro.Mucho más tarde el Papa Pío X en 1907 y Benedicto XV en 1920 había repetido la misma anatemas y las mismas condenas. Por lo tanto, tuve que despedir a cualquier posibilidad de que sea debido a un misquoting inadvertida o falsificación. Así que me enfrenté por lo tanto con un grave problema de conciencia.

Personalmente era imposible para mí aceptar que el apóstol Pablo se ha comercializado en algún comando Papal. La independencia de su labor apostólica entre las naciones, contra lo que caracteriza el mundo apostólica de Pedro entre los circuncidados, para mí fue un hecho inamovible de que gritó desde la Santa Biblia.

La cosa era totalmente claro para mí que él era, como las obras exegéticas de los padres sobre este tema no dejan la menor duda. “Pablo, escribe San Juan Crisóstomo,” declara su igualdad con el resto de los Apóstoles y debe ser comparado no sólo con todos los demás, pero con el primero de ellos, para probar que cada uno tenía la misma autoridad. ”

En verdad, todos los Padres de la Iglesia de acuerdo en que “todos los apóstoles eran los mismos al igual que Pedro, es decir, que fueron dotados con el mismo honor y autoridad.” Era imposible que cualquiera de ellos para ejercer mayor autoridad sobre el resto, para el apostolado título que cada uno tenía era la “autoridad más alta, el pico de las autoridades.” Todos ellos eran pastores, mientras que el rebaño era uno. Y el rebaño fue pastoreada por los apóstoles de conformidad por todos. Por tanto, la cuestión era cristalina. A pesar de esto, la enseñanza de América estaba en contra de esta realidad. De esta manera, por primera vez en mi vida, experimenté un dilema terrible. ¿Qué podía decir? Por un lado estaban la Biblia y la Tradición Sagrada y por otro lado estaba la enseñanza de la Iglesia.

De acuerdo con la teología latina, que es esencial para nuestra salvación creer que la Iglesia es una monarquía pura, cuyo monarca es el Papa. El Sínodo del Vaticano, votando juntos todas las condenas anteriores, declarados oficialmente que “si alguien dice … que Pedro (que se supone que es el primer Papa) no fue ordenado por Cristo como el líder de los Apóstoles y Cabeza visible de toda la la Iglesia … es bajo anatema “.

2.Me dirijo a mi confesor

Dentro de este trastorno psicológico que dirigí mi padre confesor e ingenuamente describí la situación.Fue uno de los más famosos sacerdotes del Monasterio. Me escuchó con tristeza, consciente de que se trataba de un problema muy difícil. Después de haber pensado durante unos minutos, mientras que buscan en vano a una resolución aceptable, por fin me dijo lo siguiente, que debo confesar, que no esperaba de él. “La Biblia y los Padres que han hecho daño, mi hijo. Colóquelos a un lado y te limites a seguir las enseñanzas infalibles de la Iglesia y no se deje ser víctima de tales pensamientos. Nunca permita que las criaturas de Dios sean quienes sean escandalizar su fe en Dios y en la Iglesia “.

Esta respuesta explícita que me dio me causó aún mayor confusión. Siempre he creído que la Palabra de Dios es lo único que no se puede dejar de lado. Sin permitirme cualquier momento para responder, mi padre confesor añadió: “A cambio, te daré una lista de autores destacados en cuyo funciona su fe encontrarán consuelo y apoyo.” Y me preguntó si yo tenía alguna otra cosa “más interesante” preguntar, él terminó nuestra conversación. Unos días más tarde, mi confesor padre se fue a una gira de predicación de Iglesias de la orden monástica. Me dejó la lista de autores, que recomienda que los leo. Y me pidió que le informara de mi progreso en mi estudio por él escrito. A pesar de que sus palabras no me convenció en absoluto, tengo los libros y comencé a leerlos como objetivamente y con atención posible.

La mayoría de los libros eran textos teológicos y manuales de las decisiones papales, así como de los Sínodos Ecuménicos. Me tiré en el estudio con verdadero interés, teniendo solamente la Biblia como mi guía. “Tu ley es una lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino.” (Salmo 118: 105).

A medida que avanzaba en mi estudio de esos libros, me gustaría empezar a comprender cada vez más que no era consciente de la verdadera naturaleza de mi Iglesia. Después de haber sido proselitismo en el cristianismo y bautizado tan pronto como terminé mis estudios encíclica, continué con los estudios filosóficos y luego como te hablo yo estaba justo en el comienzo de los estudios teológicos. Consistía en una ciencia totalmente nuevo para mí. Hasta entonces el cristianismo y la Iglesia latina fue para mí una y la misma, algo absolutamente indivisible. En mi vida monástica sólo estaba preocupado con vista exterior de la Iglesia y se me dio ninguna razón para examinar en profundidad los fundamentos y razones de la estructura orgánica de mi Iglesia.

3.El Absurdo Enseñanza sobre el Papa

Fue en este punto, en la lectura de los artículos que mi padre espiritual había puesto juntos para mí que la verdadera naturaleza de este sistema monárquico, conocida como la Iglesia Latina, comenzó a desmoronarse ante mí. Supongo que un resumen de sus características no sería superflua en este punto. En primer lugar, a los católicos romanos, la Iglesia cristiana “no es más que una monarquía absoluta”, cuyo monarca es el Papa que funciona en todas sus facetas como tales. Tras esta monarquía papal “todo el poder y la estabilidad de la Iglesia se encuentran”, que de otra forma “no hubiera sido posible.” El cristianismo es apoyado completamente por el Papado. “El Papado es el agente más importante en el cristianismo”, es decir “que es su arquetipo y su esencia misma.”

Los peregrinos besan los pies del Papa. La autoridad monárquica del papa como el líder supremo y cabeza visible de la Iglesia, es la piedra angular, el Infalible Maestro Universal de la Fe, el Representante (Vicario) de Cristo en la tierra, el pastor de pastores y Supremo Jerarca. El Papa es dinámico y dominante y abarca todas las enseñanzas y de los derechos legales que tiene la Iglesia. “Derecho divino” se extiende a todos y de forma individual a cada persona bautizada en todo el mundo. Esta autoridad dictatorial puede ejercerse en cualquier momento, sobre cualquier cosa y en cualquier cristiano en todo el mundo, ya sean laicos o clérigos, y en cualquier iglesia o denominación y el idioma que sea, en consideración de que el Papa es el supremo obispo de cada diócesis eclesiástica en el mundo.

Las personas que se niegan a reconocer a toda esta potestad, y no se someten ciegamente a ella son cismáticos, herejes, impíos y sacrílegos y sus almas ya están destinados a la condenación eterna, porque es esencial para nuestra salvación que creemos en la institución del Papado y someterse a ella y sus representantes. La enseñanza de América dice: “aceptar que el Papa tiene el derecho de intervenir y juzgar todos los asuntos espirituales de todas y cada cristiano por separado, también tiene el derecho de hacer lo mismo en sus asuntos mundanos. Él no puede estar limitada a juzgar sólo a través de sanciones espirituales, negando la salvación eterna a los que no se someten a él, pero él también tiene el derecho de ejercer autoridad sobre los fieles. La Iglesia tiene dos cuchillas, que son símbolos de su poder espiritual y mundano. El primero de ellos se encuentran en las manos del clero, el otro están en manos de los reyes y soldados, aunque ellos también están bajo la voluntad y el servicio del clero “.

El Papa, sosteniendo que él es el representante de Aquel cuyo “reino no es de este mundo”, del que prohibió a los Apóstoles de la imitación de los reyes del mundo, que “conquistar las naciones”, nombra a sí mismo como un rey terrenal, continuando así el imperialismo de la antigua Roma. En diferentes momentos, que de hecho se había convertido en señor de grandes extensiones de tierra; declaró sangrientas guerras contra otros reyes cristianos para adquirir otras extensiones de tierra, o incluso para satisfacer su sed de más riqueza y poder. Era dueño de un gran número de esclavos. Jugó un papel central y muchas veces jugó un papel decisivo en la historia política.

El deber de los señores cristianos es retirarse en la cara “de este rey divinamente” rendirse a él sus reinos y sus tronos político-eclesiásticos “que fue creada para ennoblecer y anclar todos los otros tronos del mundo.” Hoy la diplomática mundana capital de la Papa se limita a la Ciudad del Vaticano. Consiste en una nación autónoma con representaciones diplomáticas en los gobiernos de ambos hemisferios, con un ejército, las armas, la policía, las cárceles, la moneda, etc

Sumado a esto la corona y la omnipotencia del Papa, es uno más privilegio que hasta los idólatras más innobles no podían ni siquiera imaginar-la de derecho divino infalible, de acuerdo con una decisión dogmática del Sínodo del Vaticano que fue promulgada en 1870, Desde entonces ” la humanidad debe dirigirse a él en la misma forma en que se dirige al Señor: ‘Tú tienes palabras de vida eterna. ” A partir de ahora no hay necesidad de que el Espíritu Santo para guiar a la Iglesia “a toda la verdad.” No hay más necesidad de la Biblia ni la Sagrada Tradición, por ahora no hay un dios en la tierra basada en el dogma de la infalibilidad. El Papa es la única ley de la verdad que puede incluso expresar cosas contra el juicio de la Iglesia; declarar nuevos dogmas que los fieles deben aceptar si no quieren ser separados de su esperanza de salvación.”Sólo depende de su voluntad y la intención de considerar lo que quiera, como algo sagrado y santo de la Iglesia.” Y estos decretos deben considerarse, creyó y obedeció a “las leyes canónicas.” Puesto que él es un Papa infalible, debe recibir obediencia ciega. El cardenal Belarmino, que fue declarado santo por la Iglesia latina, dice esto simplemente: “Si el Papa algún día impuso pecados y virtudes no lo quiera, la Iglesia tiene la obligación de creer que estos pecados son buenas y estas virtudes son malos.”

4.La respuesta de mi Confesor 

Después de leer todos esos libros que me dio mi confesor, me sentí como un extraño dentro de mi propia Iglesia, cuya composición organizativa no tiene relación con la Iglesia que el Señor mismo construyó y organizó a través de los Apóstoles y sus discípulos, y según lo previsto por el Santos Padres. Pensar de esta manera que escribí mi primera carta a mi superior, a mi padre confesor:

“He leído sus libros. No voy a ignorar los dictados divinos para que yo pueda seguir las enseñanzas humanas que no tienen ninguna base en absoluto en la Biblia. Tales enseñanzas son una serie de tonterías por el Papado. De lo dispuesto en la Santa Biblia podemos entender la naturaleza de la Iglesia y no a través de las decisiones humanas y teorías. La verdad de la fe brota de la Biblia y de la Tradición de la Iglesia entera. “‘

La respuesta llegó rápidamente: “¿Usted no ha seguido mi consejo,” se quejó de mi anciano “, y por lo tanto expuesto su alma al peligroso impacto de la Biblia, que puede quemar y se oscurecen cuando no brilla. En tales situaciones como la suya, los Papas han pronunciado que “es un error escandaloso para hacer creer que todos los cristianos podían leer la Biblia,” y los teólogos nos aseguran que la Biblia “es una nube oscura. ‘ ‘Para que uno cree en la iluminación y la claridad de la Biblia es un dogma heterodoxa (extranjera),’ reclamar nuestros líderes infalibles. En lo que se refiere a la Tradición, no considero necesario recordar a usted que debemos seguir principalmente al Papa en cuestiones de fe. El Papa es la pena, en este caso, miles de agustinos, Jeromses, Gregorios, Crisóstomo … .. ”

Esta respuesta lleva a cabo para fortalecer mi opinión de la Iglesia en vez de demolerlo. Era imposible que me pongo la Santa Biblia debajo de la Papa. Al atacar a la Santa Biblia, mi Iglesia estaba perdiendo toda creencia digna para mí, y se estaba convirtiendo en uno de los herejes que “de ser elegido por el giro de la Biblia en contra de ella.” Este fue el último contacto que tuve con mi anciano.

5.El Papa lo es todo y la Iglesia no es nada

Sin embargo, no se detuvo allí. Yo ya había empezado a patinar lejos de mi Iglesia. Yo había tomado un camino que no se le permitió a parar hasta que encontré una solución positiva. El drama de esos días era que yo había distanciado a mí mismo desde el papado, pero no atacó a cualquier otra realidad eclesiástica.

Ortodoxa y la protestante entonces eran para mí las ideas vagas y yo no había alcanzado el tiempo y la oportunidad de comprobar que podían ofrecer algo para calmar mi agonía. A pesar de todo esto continuaba a amar a mi Iglesia que me hizo un cristiano. Todavía necesitaba pensar más intensa para llegar poco a poco, con problemas y el dolor, la conclusión de que la Iglesia me amaba no era parte del sistema papal. En realidad, la autoridad de la Iglesia y de su cuerpo episcopal no se subordina a la monocracia del Papa. Porque de acuerdo con la teología latina “, existe la autoridad de la Iglesia sólo cuando se caracteriza y armonizado por el Papa. En todos los demás casos, se anula “.

Viéndolo de esta manera, es lo mismo que si el Papa está con la Iglesia o el Papa es  [fuera de la Iglesia, en otras palabras, el Papa lo es todo y la Iglesia no es nada. Muy correctamente se Obispo Maren escribir, “Hubiera sido más preciso si los católicos romanos cuando recitan el credo ‘I Believe’ diría ‘Y en una papa en vez de’ Y en uno … .Church.”

La importancia y la función de los Obispos en la Iglesia latina no son más que la de los representantes de la autoridad papal a la que se someten los Obispos como los laicos. Este entendimiento se basa en el capítulo 22 del Evangelio de San Juan, que de acuerdo con la interpretación América, “el Señor confía al Apóstol Pedro, el primer Papa, el pastoreo de los corderos y las ovejas”, es decir, Él concede en él el trabajo del Príncipe de los pastores con los derechos exclusivos sobre todos los fieles que son los corderos y los otros, de los apóstoles y obispos, a saber, la de ovino. Sin embargo, los obispos de la Iglesia latina ni siquiera son sucesores de los Apóstoles, para que se dogmatiza: “La autoridad apostólica era escaso, los Apóstoles y no se transmite a sus sucesores, los Obispos; sólo se transmite a la autoridad papal de Pedro, es decir, los Papas. “Los Obispos entonces, al no haber heredado alguna autoridad apostólica, no tienen ninguna otra autoridad que la dada a ellos por el Sumo Pontífice de Roma. Y los Sínodos Ecuménicos también tienen otro valor que el que se les da por el obispo de Roma, “porque no pueden ser otra cosa excepto conferencias del cristianismo que se llaman en la autenticidad y la autoridad del Papa.”

Bastaría el Papa para salir de la sala del Sínodo diciendo: “Yo no estoy más allí,” para parar desde ese momento en el Sínodo Ecuménico de tener alguna validez. Si no está autorizada y validada por el Papa, que podría imponer su autoridad sobre los fieles?

6.La respuesta Frightful de un jesuita

Casi me di por vencido en mis estudios durante ese período, aprovechando las horas que mi orden me permitió retirarme a mi celda, a pensar en otra cosa, pero mi gran problema. Durante meses enteros Me gustaría estudiar la estructura y organización de la Iglesia primitiva, directamente de las fuentes apostólicos y patrísticos.

Sin embargo, todo este trabajo no se podía hacer totalmente en secreto. Parecía obvio que mi vida exterior se ve muy afectada por este gran preocupación que se había desbordado todos mis intereses y minado todas mis fuerzas. Nunca perdí la oportunidad de preguntar desde fuera del monasterio lo podría contribuir a arrojar algo de luz sobre mi problema. De esta manera empecé a discutir el tema con los conocidos eclesiásticos conocidos en relación con la verdad que tenía en su franqueza y su corazón. De esta manera me gustaría recibir continuamente las impresiones y opiniones sobre los temas que eran para mí siempre es interesante y significativo.

Encontré la mayoría de estos clérigos más fanáticos de lo que esperaba. Aunque estaban profundamente conscientes de lo absurdo de la enseñanza sobre el Papa, que estaban pegados a la idea de que “la presentación requerida para el Papa exigió consentimiento ciego de nuestros puntos de vista” y en la otra máxima por el fundador de los jesuitas: ” Que podamos poseer la verdad y no caer en la falacia, se lo debemos a depender siempre del axioma básico e inmuebles que lo que vemos como blanco en realidad es negro, si eso es lo que la jerarquía de la Iglesia nos dice. “Con esta increíble sesgo un sacerdote de la Orden de Jesús me ha confiado con el siguiente pensamiento: “¿Qué me dices Yo reconozco que es más lógico y muy claro y verdadero. Sin embargo, para nosotros los jesuitas, además de los habituales tres votos, le damos un cuarto durante el día de nuestra tonsura. Este cuarto voto es más importante que el voto de pureza, obediencia y pobreza. Es el voto que debemos someternos totalmente al Papa. De esta manera, prefiero ir al infierno con el Papa que al Paraíso con todas sus verdades “.

7.”Hace algunos siglos Tendrían Quemado Usted en los fuegos de la Santa Inquisición”

De acuerdo con la opinión de la mayoría de ellos, que era un hereje. Esto es lo que un obispo me escribió: “Hace unos siglos, las ideas que tiene, habría sido suficiente para llevarnos a los fuegos de la Santa Inquisición.”

Sin embargo, a pesar de todo esto tenía la intención de permanecer en el monasterio y entregarme a una vida puramente espiritual, dejando la responsabilidad de la jerarquía para el engaño y su corrección. Pero podrían las cosas importantes de la alma a salvo en un camino de una vida superficial, donde la arbitrariedad del Papa podría acumularse nuevos dogmas y enseñanzas falsas concernientes a la vida piadosa de la Iglesia? Por otra parte, desde la pureza de la enseñanza se basa en falsedades sobre el Papa, que me podría asegurarle que esta mancha podría no extenderse a las otras partes de la fe evangélica? Por ello no es extraño que los hombres santos en la Iglesia latina comenzó a sonar la alarma, diciendo cosas tales como:

“Quién sabe si los medios de menor importancia de la salvación que inundan nosotros no nos hacen olvidar nuestro único Salvador Jesucristo? Hoy nuestra vida espiritual aparece como un multi-rama y el árbol de hojas múltiples, donde las almas no más saben donde la verdad es que todo se basa en, y donde las raíces son que lo alimentan “.

Con tal manera que hemos embellecido y sobrecargado nuestra religiosidad, para que el rostro de Aquel que es el “enfoque de la cuestión” se pierde dentro de las “decoraciones”. Siendo por lo tanto, convencido de que la vida espiritual en el seno de la Iglesia papal me exponga a peligros, terminé de dar el paso decisivo. Abandoné el monasterio y después de un rato, declaré que no pertenecía a la Iglesia latina.Algunos otros parecían preparados hasta entonces para que me siguiera, pero en el último momento no se demostraron dispuestos a sacrificar tan radicalmente su posición dentro de la Iglesia, con los honores y consideraciones que disfrutaban.

De esta manera me abandonó la Iglesia latina cuyo líder, se olvidó de que el Reino de Dios “no es de este mundo” y que “el que está llamado a ser un obispo no se llama a cualquier posición o autoridad máxima, pero para ser un siervo de la Iglesia. “Pero en lugar de imitarlo que” deseen en su orgullo de ser como Dios, pierde la verdadera gloria y la puso sobre la falsa “y” se sentó en el templo de Dios como Dios. “Con razón lo hizo Bernard De Klaraval escribir acerca de la Papa:

“No hay veneno más horrible para usted, ninguna espada más peligrosa, de la sed y la pasión de la dominación.” Al salir del Papado, he seguido la voz de mi conciencia, que era la voz de Dios. Y esta voz que me decía: “Déjala … así que es posible que no participar de sus pecados y que no puede recibir sus heridas.”

8.En el seno de la ortodoxia

En segundo lugar, como mi salida del Papado se hizo más ampliamente conocido dentro de los círculos eclesiásticos y fue recibido la respuesta más entusiasta en los círculos protestantes españoles y franceses, por lo que era mi posición cada vez más precaria.

En la correspondencia que he recibido, las cartas abusivas amenazantes y anónimas eran abundantes.Ellos me acusan de que yo estaba creando una onda anti-papista a mi alrededor y yo dirigía, con mi ejemplo en la apostasía, los clérigos católicos romanos que iban dogmáticamente enfermo y que habían expresado públicamente un sentimiento de simpatía por mi causa.Este hecho me obligó a dejar Barcelona y establecerse en Madrid, donde me pusieron arriba-sin mi buscarlo por los anglicanos ya través de ellos entré en contacto con el Consejo Mundial de Iglesias. Ni siquiera allí lo hicieron me las arreglo para no llamar la atención.Después de cada sermón en diferentes iglesias anglicanas, un número cada vez mayor de oyentes buscó para que me conozcan y para discutir con confianza conmigo algunos temas eclesiológicos.

Sin desearlo, por lo tanto, un círculo cada vez mayor de la gente comenzó a formarse alrededor de mí, con la mayoría de ser anti-papistas. Esta situación me estaba exponiendo a las autoridades, ya que en las reuniones confidenciales que había accedido a asistir a algunos clérigos católicos comenzaron a aparecer que se conoce generalmente “por su escaso y debilitamiento de la fe en cuanto a la primacía y la infalibilidad del Jerarca Mayor de Roma. ”

La venganza fanática que algunos llevaban papistas contra mí se expresó y alcanzaron su cenit el día, respondí a una tesis eclesiástica detallada que me habían enviado como paso final para sacarme de la “trampa de la herejía” que había caído. Ese trabajo de la apologética tenía el título: El Papa, Vicario de nuestro Señor en la Tierra. Y el lema que los argumentos en el libro terminaron era el siguiente: “Debido a la infalibilidad del Papa, los católicos romanos son hoy los únicos cristianos que podrían ser cierto por lo que creen.”

En las columnas de la reseña del libro portugués, me respondió: “La realidad es que, debido a esta infalibilidad son los únicos cristianos que no pueden estar seguros de por qué van a exigir que usted cree que mañana.” Mi artículo terminó con la siguiente frase: “Pronto, el camino que andar, se le nombre el Señor Vicario del Papa en el cielo.”

Poco después de que publiqué en Buenos Aires mi estudio en tres volúmenes, puse fin a los enfrentamientos con el Papado. En ese estudio había recogido todas las declaraciones en la literatura patrística de los primeros cuatro siglos que se refieren directa o indirectamente a las “cláusulas de primacía” (Mt. 16: 18-19; Juan 21: 15-17; Lucas 22: 31- 32). He demostrado que las enseñanzas sobre el Papa eran absolutamente ajeno y contrario a la interpretación dada por los Padres de la Iglesia sobre este tema. Y la interpretación de los Padres es exactamente la regla en la que entendemos la Biblia.

Durante ese período, a pesar de que a partir de situaciones no relacionadas, por primera vez que entré en contacto con los ortodoxos. Antes de continuar a relatar los acontecimientos, lo debo confesar aquí que mis ideas sobre la ortodoxia habían sufrido un importante desarrollo desde el comienzo de mi odisea espiritual. Ciertas conversaciones que mantuve sobre temas eclesiológicos con un grupo de ortodoxos cristianos polacos, que pasó por mi país, y la información que he recibido del Consejo Mundial de Iglesias sobre la existencia y la vida de los círculos ortodoxos de Occidente, habían despertado mi gran interés. Además, empecé a tener diferentes libros y revistas rusos y griegos de Londres y Berlín, así como algunos de los libros premiados que fueron proporcionadas por el Archimandrita Benedicto Katsenvakis en Napoli, Italia. Por lo tanto mi interés en la ortodoxia continuaría creciendo.

Poco a poco, poco a poco de esta manera empecé a perder mis prejuicios internos contra la Iglesia Ortodoxa. Estos sesgos (que cada católico se enseña acerca de la Ortodoxia) presentaron la Ortodoxia como cismática, sin vida espiritual, un grupo con drenaje de pequeñas iglesias que no tienen las características de la verdadera Iglesia de Cristo. Y el cisma que había cortado el off “había hecho el diablo por su padre y el orgullo del patriarca Focio por su madre.”

Así que cuando empecé a mantener correspondencia con un miembro respetado de la jerarquía ortodoxa en Occidente-cuyo nombre no creo que se me permita publicar debido a mi criterio personal que se basa en la información original-I por lo tanto estaba totalmente libre de todo sesgo contra la ortodoxia y ahora podía contemplar espiritualmente en ella objetivamente. Pronto me di cuenta e incluso con una agradable sorpresa de que mi postura negativa que tenía contra el Papado fue conformando por completo a la enseñanza eclesiológica de la Iglesia Ortodoxa. El jerarca respetable acordó esta coincidencia en sus cartas, pero se abstuvo de expresarse de manera más amplia, porque era consciente de que vivía en un entorno protestantes.

Los cristianos ortodoxos en Occidente no son en absoluto susceptibles al proselitismo. Sólo cuando nuestra correspondencia continuó, el obispo ortodoxo me dio un libro excelente por Sergei Bulgakov titulado “ortodoxia”, y las no menos en la disertación de profundidad bajo el mismo título por el Metropolita Serafín. Mientras tanto yo también había escrito específicamente al Patriarcado Ecuménico.

Me encontré en esos libros. No había ni un solo párrafo que no cumplió por completo el acuerdo de mi conciencia. Me enviaron muchas obras junto con cartas del Patriarcado e incluso de Grecia.

Vi claramente cómo ortodoxa enseñanza es profunda y puramente evangélica y que los ortodoxos son los únicos cristianos que creen como los cristianos de las catacumbas y de los Padres de la Iglesia de la Edad Dorada. Ellos son los únicos que pueden repetir con santa que cuenta con el dicho patrística. “Creemos en lo que hemos recibido de los apóstoles.”

Durante este tiempo he escrito dos libros, uno con el título El concepto de la Iglesia Según los Padres occidentales y la otra con el título de Su Dios, nuestro Dios y Dios. Estos libros eran para ser publicado en América del Sur, pero no proceden con su liberación para que yo le dé un agarre fácil y peligroso para la propaganda protestante.

Los ortodoxos me aconsejó dejar de lado mi posición negativa contra el Papado en el que yo estaba ensuciado. Ellos querían que yo me manifestaré en mi fe y credo para que pudieran juzgar hasta qué punto yo era de la Iglesia Anglicana, así como los ortodoxos.

Esta era una tarea difícil y yo lo resumió con las siguientes frases: “Creo que todo lo que se incluye en los libros canónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, según la interpretación de la Tradición eclesiástica, a saber, los Sínodos Ecuménicos que eran verdaderamente ecuménico, y para las enseñanzas unánimes de los Santos Padres que son reconocidos universalmente como tal “.

A partir de entonces empecé a comprender que la simpatía de los protestantes hacia mí fue enfriando con la excepción de los anglicanos que se regían por algún apoyo significativo. Y es sólo ahora que el interés ortodoxo, a pesar de llegar tarde, como siempre, empezó a manifestarse y para atraerme a la ortodoxia como alguien que era posiblemente un catecúmeno.

Las empresas de un profesor universitario polaco, a quien yo conocía, cimentaron mi convicción de que la ortodoxia es apoyado por las verdades del cristianismo.Entendí que todo cristiano de las otras confesiones está obligado a sacrificar una parte significativa de la Fe para llegar a la pureza dogmática completa, y sólo no es tan necesario un cristiano ortodoxo. Por sólo vive y permanece en la sustancia del cristianismo en la verdad revelada y sin alteraciones.

Así que, ya no me sentía solo contra la Iglesia todopoderosa Católica Romana y la frescura que los protestantes exhibido contra mí. Había en el Este y se dispersaron por todo el mundo, 280 millones de cristianos que pertenecían a la Iglesia ortodoxa y con la que me sentía en comunión.

La acusación de la Iglesia Católica acerca de la momificación de la ortodoxia teológica ya no tenía ningún valor para mí porque ahora entendí que esta perseverancia fijo y estable de la doctrina ortodoxa de la verdad no era una roca solidificada espiritual, sino un flujo eterno como la corriente de la cascada que parece seguir siendo siempre el mismo pero las aguas siempre cambia.

Poco a poco, poco a poco los ortodoxos comenzaron a considerarme como uno de los suyos. “Eso nos dirigimos a este español sobre la ortodoxia”, escribió un famoso archimandrita “no es proselitismo.” Ellos y yo percibimos que ya fue dado a luz en el puerto de la ortodoxia, que finalmente estaba respirando libremente en el seno de la Iglesia Madre. En este periodo que fue finalmente ortodoxa sin darse cuenta, y como los discípulos que caminaban hacia Emaús con el Maestro Divino, que había cubierto una gran cantidad de territorio cerca de la ortodoxia sin reconocer esta verdad hasta el final.

Cuando me aseguré de esta realidad, escribí una larga disertación acerca de mi caso al Patriarcado Ecuménico y al Arzobispo de Atenas a través del Diaconado Apostólico de la Iglesia de Grecia. Y habiendo completamente cortado la relación con España-donde hoy no hay ninguna comunidad ortodoxa-que dejé mi país y me fui a Francia, donde le pregunté a convertirse en un miembro de la Iglesia Ortodoxa, que tiene antes dejar un poco más de tiempo que debe transcurrir para que el fruto de mi cambio podría madurar.

Durante este período he profundizado aún más mi conocimiento de la Iglesia Ortodoxa y fortalecí mi relación con su jerarquía. Cuando me convertí en plena confianza en mí mismo, me tomé el paso decisivo y oficialmente fue recibido en la verdadera Iglesia de Cristo. Deseaba hacer realidad este gran evento en Grecia, el país reconocido de la ortodoxia donde vine a estudiar teología. El arzobispo de Atenas bendito me recibió paternalmente. Su amor e interés fueron más allá de mis expectativas.

También debo decir lo mismo sobre el entonces canciller de la Arquidiócesis Sagrado de Atenas y actualmente obispo Dionisio de Rogon que me mostró el amor paternal. Es innecesario decir que en un ambiente de amor y calor tal, el Santo Sínodo no pasó mucho tiempo para decidir sobre mi aceptación en el seno de la Iglesia Ortodoxa. Durante ese toda la noche sagrada ceremonia, tuve el honor con el nombre de los Apóstoles de las Naciones, y después de que fui recibido en las filas monásticas en el monasterio de Santo en Penteli. Pronto después de eso, fui ordenado diácono por el obispo de Rodon.

Desde entonces, yo vivo en el amor, la simpatía y la comprensión de la Iglesia Ortodoxa Griega y todos sus miembros. Les pido sus oraciones y apoyo espiritual para que pueda siempre estar digno de la gracia que me fue dada por el Señor “.

Fuente:


LA VIDA DE UNA FAMILIA CRISTIANA ORTODOXA EN LA LAGUNA, MEXICO

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Pero Dios no es Dios de los muertos, sino Dios de los vivos

San Porfirio de Atenas, Grecia (+1991)

El hecho, que el San Porfirio de Atenas, Grecia (+1991) esta vivo con Dios, después de su muerte y pide por nosotros, muestra el caso siguiente: Hay en Atenas un hombre muy instruido, hijo espiritual de San Porfirio, quien en forma regular se dirigía a él por consejo y, a menudo, no teniendo la posibilidad de visitarlo, llamaba por teléfono. Cuando el San Porfirio se fue con el Señor, este hombre se encontraba en otra ciudad y no sabia nada de la muerte del padre. Después de volver a Atenas, surgieron algunas dificultades familiares, y él como siempre decidió de llamar a San Porfirio, buscando su consejo. Tomo el teléfono, marco el numero y escucho la voz de San Porfirio. Lo saludó, pidió su bendición y le contó sus dificultades. San Porfirio lo escucho y le dio un valioso consejo. Contento el hijo espiritual dijo: “Vendré pronto a verlo, en cuanto me libere.” A esto San Porfirio respondió: “No me llames mas, porque ya estoy muerto.”

Pero Dios no es Dios de los muertos, sino Dios de los vivos, y creemos que el San Porfirio esta vivo con Dios, escucha nuestras oraciones y tiene fuerza para ayudarnos, e interceder por nosotros pecadores ante el trono del Altísimo!

Fuente:



CATECISMO ORTODOXO


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DIVINA LITURGIA DE SAN JUAN CRISÓSTOMO




TRADUCCIÓN DE PADRE DIÁCONO JOSÉ SANTOS


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Cómo rezar

San Paisios del Monte Atos, Grecia (+1994)

Alguien preguntó como hay que rezar. El staretz le dijo: “Con el sentimiento de que eres un niño pequeño, y que Dios es tu Padre. Después de eso, empieza a hacer tus demandas. Si lo que pides parece ser necio, no estés triste, pues el Señor no se encolerizará contra ti.

Él mira tu corazón y te concede aquello que realmente necesitas, lo que es mejor para ti. Lo mismo sucede con un niño que pide a su padre que le compre una motocicleta, porque piensa que ya es mayor. Pero su padre tiene miedo que su hijo pueda herirse, así que rechazará la compra de la motocicleta, solo para comprarle más tarde un coche”.


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El Decálogo

Lo que la revelación nos enseña en el Antiguo Testamento sobre la vida espiritual del hombre aparece además en numerosos preceptos entre los cuales los diez mandamientos de Moisés o el Decá­logo siguen guiando hoy día a los cristianos—los cuatro primeros enseñan al amor para con Dios, los otros—el amor para con el prójimo. La mayor parte de ellos toman la forma de prohibiciones e indican los principales obstáculos en el camino de la vida verdadera.

Los dos primeros mandamientos

El primer mandamiento recuerda la verdad esen­cial del Antiguo Testamento: hay un solo Dios y es Él solo en quien está nuestra vida. “Yo soy el Señor tu Dios y no tendrás dioses ajenos delante de mí.” El segundo mandamiento explica el primero: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra: no te inclinarás a ellas, ni las honrarás.”
Esta es una amonestación contra el culto pagano de dioses falsos. Existen todavía hoy idólatras inconscientes, aún entre los cristianos: todos los que toman por valor supremo cualquier valor rela­tivo, por ejemplo el triunfo de su propio pueblo, o de su raza o de su clase social (así todas las especies de patriotería, de racismo o de comunismo). El que lo sacrifica todo por el dinero, la gloria, la ambición o la satisfacción personal, se fragua un ídolo y lo adora. Todo cuanto es traición con­tra Dios, sustituyendo la mentira por la verdad, y al mismo tiempo subordinando el todo a una parte, lo más elevado a lo más bajo.
Esto es una desnaturalización de la vida, una enfermedad, una monstruosidad, un pecado que lleva al mismo idólatra a su propia ruina y muchas veces a la de otras personas. Es por eso que puede con­siderarse el segundo mandamiento como una amones­tación contra todo pecado en general.

El tercer mandamiento

El tercer mandamiento — “No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano” —salvaguarda la base de nuestras relaciones con Dios, la oración. Es por su Palabra que Dios creó el mundo. La Palabra de Dios se hizo carne y nuestro Salvador. Es por eso que nuestra palabra también (no olvidemos que estamos hechos a la imagen de Dios) tiene una gran potencia. Debemos pronunciar cada palabra con prudencia y en particular el Nombre de Dios, que nos ha sido revelado por El mismo. Hay que emple­arlo solamente para rezar, bendecir o para enseñar la Verdad.
Tomando en vano el Nombre de Dios, acabamos por olvidarnos de cómo emplearlo justamente y debili­tamos nuestra facultad de unión con Dios. El Señor Jesucristo nos pone en guardia contra el juramento (Mateo 5: 34-37). Más perniciosos aún son la blas­femia, la murmuración contra Dios, el sacrilegio y la jura. Pero toda palabra falsa o mala tiene un poder destructor: puede destruir la amistad, la familia, naciones enteras. El Apóstol Santiago afirma vigorosamente la necesidad de refrenar la lengua (Santiago 3: 2-10). Si Dios y su Palabra son la Verdad y la Vida, el diablo y su
palabra son mentira y la fuente de la muerte. El Señor di­ce que el diablo es, desde el principio, homicida, mentiroso y padre de mentira (Juan 8: 44)

El cuarto mandamiento

“Acordarte has del día de reposo para santifi­carlo: seis días trabajarás, y harás toda su obra; mas el séptimo día será reposo para el Señor tu Dios.” Este mandamiento nos recuerda que nuestras ocupaciones constituyen un camino que conduce ha­cia Dios o que nos aleja de El: sólo en Dios en­contramos descanso. En el Antiguo Testamento, el día del sábado era la imagen del reposo de Dios después de la creación del mundo: al participar del reposo de Dios, el hombre tiene acceso a una e-levada vida espiritual, contemplativa, a la que se acostumbra.
Para los cristianos, el día del Señor es el do­mingo, día de oración, día en que recibimos la Palabra de Dios y la Eucaristía. Los primeros cristianos fueron excomulgados (puestos fuera de la comunión de la Iglesia), si por dos domingos segui­dos no comulgaban.
Cristo enseñaba que es imposible separar el amor por Dios del amor por el prójimo y dio testimonio de esto por curar a los enfermos en el día consagrado a Dios, el sábado.
Hoy día, el signo de nuestro amor por Dios, inseparable de nuestro amor por nuestro vecino es la Eucaristía: es lo que nos da la fuerza para practicar el bien. Es por eso que el domingo y los días de fiesta celebramos la Eucaristía.

El quinto mandamiento

“Honra a tu padre y a tu madre para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da.” Este mandamiento no es solamente una invita­ción a amar a los padres, sino que es también la indicación de un punto de partida para amar a to­dos los hombres. En efecto, para aprender a amar a todos, es necesario primero amar a los que nos son más próximos (I Timoteo 5:8). El modelo del amor perfecto nos fue dado por el amor del Señor por su Padre. La unidad a que somos todos llama­dos comienza en la familia cristiana. — Es sobre el respeto de los padres y la atención a sus con­sejos que está fundada la cultura. La irreverencia para ellos (personificada por Cam, el segundo hijo de Noé) es el origen de la decadencia de toda sociedad humana y de separación de la Iglesia.

El sexto mandamiento

“No matarás” — es un mandamiento esencial, el homicidio siendo el contrario mismo del amor. Amar significa desear para aquél a quien se ama la plenitud de todos los bienes, de los cuales, ante todo, la vida eterna. El homicidio es también un suicidio, porque destruye, en el corazón del que mata, el fundamento mismo de la vida: el amor. En cuanto al suicidio de hecho es el más grave de los pecados: es en efecto la negación de toda confian­za en Dios, de la esperanza en El y también de toda posibilidad de arrepentirse. Es propiamente el ateísmo puesto en práctica y la cosa más con­tranatural que puede cometer un hombre. Los medios de cometer homicidio y suicidio son innume­rables, sobre todo si se considera que estos actos pueden ser cometidos, no solamente por las armas y la violencia, sino también indirectamente por una palabra o por un silencio, por mirar o por negarse a mirar. Todo pecado, en calidad de violación de las leyes de la verdadera vida, es un homicidio indirecto. Es homicidio igualmente la negación de defender o de salvar a otra persona.
Ocurre, sin embargo, que la defensa de otro exige además del sacrificio personal, la violencia y hasta el homicidio. Es así que se encuentra justificado el combatiente que mata en la guerra, si es que no es motivado por el odio o por la sed de la sangre. Pero eso mismo está muy lejos de justificar siempre la guerra, que en sí en un mal.
La principal responsabilidad de la guerra es llevada por los jefes de los gobiernos y de las naciones. La política y los medios de hacer gue­rra son sometidos también a un juicio de orden moral. Esto se olvida cada vez más en nuestros días.

El séptimo mandamiento

Toda unión extra-conyugal entre un hombre y una mujer es una violación directa del mandamiento: “No cometerás adulterio.” Pero toda acción que fa­vorece un exceso de los sentidos lo viola igual­mente.
En el matrimonio cristiano, en que la vida sexual es condicionada por relaciones personales basadas en un amor profundo, no resulta perturbada la armonía moral. Fuera del matrimonio, al con­trario, la manifestación del instinto sexual se aísla fácilmente en su propia esfera, lo cual des­truye la integridad de la persona humana. Y hay tanto peligro de esto porque los elevados impulsos creativos del hombre están estrechamente ligados a su vida sexual. La continencia aumenta las fuerzas espirituales mientras que el desarreglo las debilita; además, provoca muchas veces enfer­medades de las que hasta los descendientes del que así ha pecado llevan el peso. Los desarreglos de la vida sexual provocan desórdenes en las rela­ciones con el prójimo y a veces una viva agresi­vidad. En la lucha con las tentaciones del pecado, sobre todo en esta esfera, los solos esfuerzos de la voluntad no bastan. Aquí, es indispensable ejercer los mejores recursos intelectuales y espi­rituales, en particular, la oración, participación de la vida de gracia de la Iglesia, y sobre todo, un amor viviente por Dios y el prójimo.

Los mandamientos VIII, IX y X

“No hurtarás.” Este mandamiento nos pone en guardia contra un pecado que puede perjudicar seriamente el amor entre los hombres.

La propiedad es frecuentemente una condición necesaria a la vida del hombre, a la seguridad de su futuro y a veces es también un vínculo con su pasado, la condición de su trabajo creativo o bien el fruto de su obra. Como el nombre, la propiedad puede ser el símbolo del hombre mismo. Es por eso que, cuando un hombre hurta, puede hacer un daño profundo a su personalidad y causarle así una ver­dadera mutilación moral. Sin embargo, no conviene dar una importancia absoluta a los aspectos aislados de la propiedad particular o colectiva. En sí la propiedad no es ni mala ni buena, pero conforme a la enseñanza de San Casiano, sólo puede conver­tirse en un bien o en un mal.
La doctrina de Cristo no permite el estableci­miento de ningún sistema económico, sino que da el criterio necesario para juzgar la propiedad en los diversos casos que pueden presentarse. Este criterio es el bien espiritual del hombre.

El noveno mandamiento: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” condena la declaración falsa en un tribunal, pero además, es interpretado por los comentadores de la Iglesia como una amo­nestación contra todo pecado hecho por palabra, y así llega a completar el tercer mandamiento.

El décimo mandamiento nos pone en guardia con­tra la envidia y la codicia, dicho en otros térmi­nos, contra el mal interno que es la causa del mal externo. En este respecto, el último mandamiento recuerda los del Nuevo Testamento.

La moral del Nuevo Testamento comparada con la del Antiguo Testamento

Si el Antiguo Testamento, en sus preceptos de amor para con Dios y el prójimo, nos revela ya el fundamento de la vida verdadera, apenas nos des­cubre lo que la constituye interiormente. En efec­to, el Decálogo nos indica solamente lo que es contrario al amor, y además nos muestra los frutos del mal. Pero el Nuevo Testamento nos revela la vida verdadera en toda su plenitud como el amor divino en su perfección. Este amor se manifiesta en la persona de nuestro Señor Jesucristo, Dios mismo hecho hombre, en su vida y en su doctrina— y más tarde en fin, por la fuerza del Espíritu Santo después de Pentecostés, en el corazón de los cristianos.

Fuente:



DIÓCESIS DE MÉXICO – IGLESIA ORTODOXA EN AMÉRICA

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Ángel Guardián

“Ángel de paz, fiel maestro, protector de nuestros almas y cuerpos” — nosotros pedimos a Dios, orando en el templo. La Iglesia Ortodoxa cree que el hombre al nacer, recibe de Dios un Ángel Guardián. Nuestro Señor Jesucristo dijo: “Tengan cuidado de no despreciar a ninguno de estos pequeños, porque les digo que sus Ángeles en el Cielo siempre ven la faz de Mi Padre Celestial” (Mt. 18:10).

El beato Agustín escribe: “Los Ángeles con gran dedicación y diligencia, permanecen con nosotros a toda hora y en todo lugar, nos ayudan, piensan en nuestras necesidades, sirven de intermediarios entre nosotros y Dios, elevando a El nuestras quejas y suspiros… Nos acompaña en todos nuestros caminos, entran y salen con nosotros, observando como nos comportamos entre ese genero engañoso y con que empeño deseamos y buscamos al Reino de Dios.” Un pensamiento semejante tiene San Basilio el Grande: “Con cada fiel hay un Ángel, quien como niñera o pastor dirige su vida” y para demostración cita las palabras de David, el salmista: “A sus Ángeles dirá sobre ti — que te protejan en todos tus caminos…” “Ángel del Señor hará guardia alrededor de los que Le temen y los ayudará” (Sal. 90:11, 33:8).

El Obispo Theofano el Recluso enseña: “Hay que recordar, que tenemos a un Ángel Guardián y dirigirse a El con pensamiento y corazón — en nuestra vida normal y especialmente cuando ésta se agita. Si no nos dirigimos a El, el Ángel no puede aconsejarnos. Cuando alguien se dirige a un abismo у pantano con ojos cerrados y los oídos tapados — como es posible ayudarle?”

Así el cristiano debe recordar a su buen Ángel, que durante toda su vida se preocupa por él, se regocija con sus éxitos espirituales, se acongoja con sus caídas. Cuando el hombre muere, el Ángel lleva su alma a Dios. Según muchos testimonios, el alma reconoce a su Ángel Guardián, cuando llega al mundo espiritual.




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La transfiguración de nuestro Señor

“La Transfiguración del Salvador sobre el monte Tabor fue percibida por Sus discípulos como luz. Aquella no era por cierto un flujo de partículas de la luz física, pero sin duda algo parecido a la luz. Esta luz brillaba mas fuerte que la solar, pero no quemaba, Además su brillo estaba acompañando por una sensación de extraordinaria paz y alegría. Era la visión del gozo del paraíso.

En Sagradas Escrituras a menudo la palabra “luz” se aplica a Dios y a lo que irradia de El: la verdad, los mandamientos morales y las obras de bien. Aquí la palabra “luz” se puede tomar en sentido figurado — significando una fuente vivificante. En realidad, lo que es la luz solar para el mundo físico, — es Dios para — el espiritual. Gracias a la luz vemos y conocemos el mundo, tenemos la posibilidad de movernos, desarrollarnos y crecer. La luz calienta y da vida a la naturaleza. Sin el sol nuestra tierra se convertiría en un cuerpo helado y sin vida.

De manera semejante, Dios es la luz para criaturas espirituales — ángeles y hombres. Con Su energía ilumina nuestra mente, nos da el conocimiento espiritual superior, vierte en nosotros la energía y la inspiración, calienta el corazón con el amor, dirige nuestra vida hacia buena meta. Todos los bienes espirituales los recibimos de Dios. Alejándonos de El nuestra alma se sumerge en las tinieblas y perece.

Es así como los hombres de vida espiritual perciben su comunicación con Dios: “Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz” (Sal. 36:10); “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105). En particular, la llegada de Mesías se percibía como luz espiritual: “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombre de muerte, luz resplandeció sobre ellos” (Is. 9:2). Cristo decía a los judíos: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida… Aun por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprenden las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a donde va. Entre tanto que tenéis luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz” (Jn. 8:12; 12:35-36). De misma manera el amor y las obras de bien, san Juan el Teólogo
llama: “andar” y “permanecer en la luz.”

Las Sagradas Escrituras, a veces, aplican a Dios la palabra “luz,” no solo en sentido figurado, sino, en expresiones que hablan de Su naturaleza. Citemos algunos textos: “El que se cubre de luz como de vestidura” (Sal. 104:2); Apóstol Santiago llama a Dios: “…Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variaciones” (Sant. 1:17). El Apóstol Juan: “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en Él” (1 Juan 1:5-7). Apóstol Pablo: “El que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto, ni puede ver” (1 Tim. 6:16). En Apocalipsis leemos: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. Y las naciones que hubieren sido salvas andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traerán su gloria y honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Y llevarán la gloria y la honra de las naciones a ella. No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero … y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Apoc. 21:23-24; 22:4-5).

Sobre la naturaleza de la luminosidad de Tabor escribía S. Gregorio Palamas (1296-1356), quien tuvo que salir en defensa de la enseñanza ortodoxa sobre la luz espiritual, contra los eruditos monjes Barlaam, Akindin y sus seguidores. Era la época de Renacimiento — renacimiento de paganismo en el arte, pensamiento y costumbres. En la filosofía comenzaron a volver a los conceptos paganos sobre Dios, — como un Absoluto trascendental, supramundial e inconcebible. Basándose en este concepto no cristiano sobre Dios, Barlaam y Akindin afirmaban que sobre Tabor los apóstoles no podían ver a Dios, ellos vieron una común luz física.

S. Gregorio Palamas, al contrario, insistía que la luz de Tabor solo se parecia a la física, pero era completamente diferente por su naturaleza. Esta luz era más intensa que del sol y más blanca que la nieve; no cegaba, calentaba, pero no quemaba. Su brillo estaba acompañando de un intenso sentimiento de alegría. Para diferenciarla de la luz común, san Gregorio llamaba a la luz de Tabor: “Una energía Divina, no creada.” La eséncia de esta luz es inseparable de la eterna eséncia Divina, ya que Dios es simple e indiviso. A pesar que Dios en Su eséncia es inconcebible, Sus actos y energía, siendo inseparables de Su ecéncia, son concebibles para los seres creados a Su imagen y semejanza. Para eso, también, el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos comulgar con Su naturaleza Divina y así divinizarnos.

Percibimos la presencia Divina con el alma y no con los ojos de la carne. San Gregorio explica que la capacidad de ver la Luz Divina la otorga el Espíritu Santo, quien pasa al hombre del estado corporal al estado espiritual (homilía para la Transfiguración). En el momento de la visualización de la Luz Divina, de los ojos del observador cae como una cortina, y se le permite ver el resplandor Divino. La influencia de la luz espiritual en esta vida se extiende al alma. Pero, en la vida futura, también, se extiende sobre el cuerpo renovado de los justos, como esta escrito: “Entonces, los justos brillaran como el sol en el Reino de su Padre.”

La naturaleza de la luz benefactora (o energía Divina) — es misteriosa e inexplicable, como la eséncia del Creador. Sin embargo, suele ser experimentada claramente, cuando el misericordioso Dios, honra al hombre con la visualización del brillo Divino. Entonces, el hombre siente un goce paradisíaco, en comparación con el cual, todas las alegrías terrenales son nulas. S. Gregorio Palamas escribía además, que en el monte Tabor Cristo entreabrió ante los apóstoles Su Divinidad y mostró a Dios que habita en El, ya que desde la eternidad, Él es — luz.

También el rostro d Moisés quedo iluminado durante su conversación con Dios sobre el monte Sinaí. Pero esto pasó por la acción sobre él de la fuerza Divina y era, se puede decir, de carácter pasivo, y no como resultado de la acción interior de su fuerza (o sea, Moisés solo reflejaba la luz Divina). En cambio, el Señor Jesucristo tenia esta luz en Su interior. El reveló a los apóstoles en monte Tabor la Gloria de Su Divinidad. El se hizo luminoso durante la oración para enseñarnos como vendrá a los Santos la iluminación Divina y como la verán ellos (homilía 34 y 35).

Muchos justos han podido ver el brillo semejante al de monte Tabor. En Sagradas Escrituras y obras de Santos Padres esta vivificante luz se describe como un estado interior, obtenido por la oración, piedad religiosa y particularmente la Comunión de los Santos Misterios. Percibido interiormente era tan real, como la observación de la luz física. La manifestación de esta luz con brillo externo es un fenómeno menos frecuente. Pero en los escritos de los Santos se puede encontrar las descripciones de la manifestación externa de esta luz Divina inmaterial, cuando se iluminan el cuerpo y la vestimenta de un Santo. Así se puede encontrar no pocos relatos sobre esto en las vidas de los Santos del siglo 4-o a 6-o, en el Lavsaik y en “Prado espiritual.” Citemos aquí algunos casos, siguiendo en lo posible las palabras de observadores directos: “El rostro del abba Pamba brillaba como relámpago y él era como un rey, sentado en su trono.” Antes de la muerte de abba Sisoi, los monjes que vinieron a despedirse de él, vieron de repente, que su rostro brilló como sol. Alguien que se encontró con el abba Siluan, y viendo que su rostro y cuerpo eran iluminados como de un Ángel, cayó de bruces ante él. Un hermano, llegando a la celda de la ermita del abba Arsenio, miro por la puerta y vio que el maestro era todo como fuego. Un fuego milagroso que ardía en el S. Sergio de Radonezh, atraía a él a todos que lo vieron, aunque sea, una vez. Durante el canto en el templo de la oración “a Ti cantamos,” los presentes vieron como el fuego cayó del cielo y se movía sobre la mesa del altar, iluminando toda la estancia y rodeando al oficiante San Sergio. Cuando éste comulgaba — el fuego entro en el cáliz y el Santo comulgó con él. El discípulo de S. Serafín de Sarov, Motovilov, vio a su maestro en resplandor celestial, y le dijo: “Padre, no puedo mirar, ya que de sus ojos caen relámpagos. Su rostro se hizo mas brillante, que el sol y me duelen los ojos al mirar.”

Los que venían al “starez” (maestro espiritual) Ambrosio de Optin, también veían a veces como la luz salía de él. Se observó la iluminación del rostro del obispo Teofano el Ermitaño y de san Juan de Kronstadt. El padre Juan se ponía ante el Señor, como ante el sol y, sentía claramente su permanencia en los rayos de esta luz y su calidez, alegría y cercanía de Cristo Salvador. Por la gracia de Dios, su rostro se hacia hermoso como de un Ángel y uno quería seguir mirándolo. (Nota: llaman la atención los relatos de la gente que murió y luego revivió. Como ellos después de su muerte entraban en un mundo de luz y experimentaban allí una extraordinaria paz y alegría. Muchos de estos relatos reunió un doctor de medicina norteamericano, Raymond A. Moody Jr, en su libro “Vida después de vida” [Life after life]. Ver también el folleto de Iskul “inverosímil para muchos, pero un acontecimiento real.” No seria que el Señor les dejaba ver Su Luz para que ellos fomentan la fe en la actual sociedad racionalista?).

El sentimiento de gozo, a partir de la iluminación Divina, suele ser tan fuerte, que cuando cesa, el hombre siente gran tristeza y abandono. S. Gregorio el Teólogo describe así este estado: “deseo quedar solo conmigo mismo y, renunciando a la carne y al mundo, no tocando sin necesidad extrema nada humano, conversando con uno mismo y con Dios, vivir por encima de lo visible. Deseo llevar siempre en mi imágenes puras y Divinas, no mezcladas con los inferiores impresiones engañosas. Quiero ser un impoluto espejo de Dios y de lo Divino. Adquirir la luz a la luz — de lo menos claro a lo mas luminoso — hasta que no llegue a la Fuente de iluminaciones de allá y no alcance al bienaventurado fin… El Amado (Dios) traspasa a la mente con un rayo de luz y enseguida en rápido movimiento se aleja y con esto llama y arrastra Consigo el alma.”

San Simeón el Nuevo Teólogo (949-1022), a menudo, recibía el honor de iluminación Divina. Así relató lo que sintió después de una de estas experiencia: “Todos los sentidos de mi mente y alma estaban adheridos a esta única innarable alegría de altísima luz. Pero cuando la inconmensurable luz, que me apareció, poco a poco disminuyo y al final se tornó invisible, volví en mi y conocí que maravillas de repente obró en mi la fuerza de esta luz… Luz esta, cuando aparece, alegra y cuando desaparece deja una herida y dolor en el corazón (Palabra 86).

La luz Divina misteriosamente se da a cada fiel sincero, cristiano ortodoxo. Pero los santos Padres previenen contra los esfuerzos de llamar artificialmente a esta iluminación, tratar de ver a esta luz, ya que aquí se esconde un gran peligro de tentación diabólica. El cristiano debe ir por la senda angosta de penitencia, humildad y autosacrificio. La vida actual es el tiempo de trabajo — la futura será tiempo de recompensa…”

Alexander Mileant


Fuente:



CRISTO ES ORTODOXO

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La Iglesia Ortodoxa le ha dado a la Virgen María dos títulos principales que corresponden a su lugar en esos dos “centros” de la vida eclesial. “Theotokos” (Madre de Dios) y “Panagia” (Santísima).

La Iglesia Ortodoxa le ha dado a la Virgen María dos títulos principales que corresponden a su lugar en esos dos “centros” de la vida eclesial.

“Theotokos” (Madre de Dios) y “Panagia” (Santísima). La palabra “Theotokos” la coloca en el centro del dogma ortodoxo, porque testifica esa fe en que ella dio a luz a Dios hecho hombre, no a un hombre al que posteriormente descendió Dios.

El término “Santísima” se refiera al lugar que tiene la Virgen entre los fieles, como una “más santa que todos los santos”, que está en el centro de la Iglesia y de su vida de oración. Cada vez que la recordamos en nuestras peticiones litúrgicas, la llamanos “Santísima (Panagia) Madre de Dios (Theotokos) y Siempre Virgen (Aeiparthenos) Maria”. Así, en sus íconos, como Theotokos es siempre representada portando en brazos a Su hijo.
Como Panagia es representada con los brazos extendidos en oración, como un miembro de la Iglesia, y Su Hijo en igual postura, pero no portado en brazos por ella. La Virgen No es Representada Nunca sin su Hijo.

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Homilía acerca de la Natividad de Jesus Cristo 

por San Juan Crisóstomo (+407)

Observo un nuevo y admirable misterio! Mis oídos resuenan en torno con las voces de los pastores, que no silban con suaves sonidos, sino que cantan un himno celestial! ¡Cantan los ángeles, tocan los arcángeles, ensalzan los Querubines, glorifican los Serafines; y todos hacen fiesta, cuando miran a Dios en la tierra y al hombre en el cielo! Porque a Aquel que vive en las alturas, por una providencia particular, lo ven ahora acá abajo, y al que estaba acá abajo lo ven allá arriba a causa de la benevolencia de Dios. Hoy Belén es reflejo de los cielos; pero en vez de estrellas tiene ángeles cantores, y ha encerrado en su seno de una manera no limitada en vez del sol al Sol de justicia.

Y en este punto, no te pongas a investigar cómo ha sucedido eso, porque en donde entra la voluntad de Dios ahí cede el orden natural. ¡El quiso, pudo, descendió, redimió! ¡todo obedece a la voluntad de Dios! ¡Hoy El que es, es engendrado; El que es, se hace aquello que no era! Porque siendo Dios se hace hombre, pero sin dejar la divinidad que tenía. No se hace hombre con pérdida de la divinidad, ni tampoco por añadiduras consecutivas se ha hecho de hombre, Dios; sino que existiendo como Verbo y permaneciendo sin cambio en su propia naturaleza a causa de su impasibilidad, se ha hecho carne.

Cuando nació los judíos negaban aquel parto inusitado y los fariseos interpretaban malamente los Libros sagrados y los escribas decían cosas que contradecían a las sagradas Escrituras y a la Ley. Herodes andaba en busca del recién nacido no para honrarlo sino para matarlo. Porque en este día todos miraban las cosas al contrario de lo que eran. Para hablar como el profeta: “¡No se ocultaron las cosas a los hijos de ellos de generación en generación!” Porque vinieron los Reyes y contemplaron al
Rey celestial, y vieron que había venido a la tierra sin traer consigo ángeles, ni arcángeles, ni Tronos, ni Dominaciones ni Virtudes ni Potestades; sino que por un camino nuevo y no trillado había nacido de un vientre intacto.

Pero no dejó a los ángeles fuera de su mando, ni perdió su divinidad por el hecho de su encarnación; sino que los Reyes vinieron para adorar al celeste Rey de la gloria; y los soldados para venerar al Príncipe del ejército; y las mujeres vinieron para que quien había nacido de una Virgen les cambiara en alegría sus dolores; y las vírgenes para ver al Hijo de la Virgen, y admirarse de cómo puede ser que el Hacedor de la leche y que hace que las fuentes de los pechos broten espontáneamente sus ríos, reciba de la Virgen aquel alimento propio de infantes; y los infantes para ver al que se hizo infante para obtener perfecta alabanza de la boca de los infantes y que aún están en lactancia; y los niños, al Niño que, por la locura de Herodes, los hizo mártires; y los varones, al que se hizo hombre para curar las enfermedades de los siervos; y los Pastores al buen Pastor que da su vida por sus ovejas; y los sacerdotes al que ha sido hecho Sacerdote según el orden de Melquisedec; y los siervos al que tomó forma de siervo, para adornar nuestra esclavitud con los honores de la libertad; y los pescadores, al que de pescadores hizo cazadores de hombres; y los publícanos al que de entre los publícanos se escoge a un esclarecido Evangelista; las meretrices, al que presenta sus pies a las lágrimas de las meretrices: ¡y para decirlo brevemente, todos los pecadores se acercaron para contemplar al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y los Magos para su guardia, los pastores para bendecirlo, los publícanos para predicar su Evangelio, las meretrices para ungirlo, la Samaritana por la sed que tenía de la fuente de aguas vivas y la Cananea para demostrarle su firmísima fe!.

Siendo pues así que todos se regocijan, también yo quiero regocijarme y danzar y hacer fiesta. Y danzo ciertamente no pulsando la cítara, ni agitando tirsos ni soplando las flautas, sino portando en mis manos en vez de los instrumentos músicos, los pañales de Cristo. Porque ellos forman mi esperanza y son mi vida y mi salud; ellos son mi flauta, ellos mi cítara. Y por esto, me llego portándolos, a fin de que habiendo obtenido, mediante ellos, la capacidad de hablar, pueda decir con los ángeles ¡Gloria a Dios en lo más alto de los cielos!, y con los pastores: ¡Y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad! Hoy Aquel que es engendrado por el Padre de una manera inefable, nace en favor mío de una manera inexplicable del seno de una Virgen. Allá arriba es engendrado por el Padre en su orden natural antes de todos los siglos en la forma que sabe Aquel que lo engendra; acá en cambio ha nacido de nuevo de una manera preternatural de una Virgen, del modo que sabe la gracia del Espíritu Santo. Aquella su generación celestial es verdadera, y esta otra terrena en modo alguno es falsa. Es verdaderamente Dios engendrado de Dios, y es verdaderamente hombre nacido de la Virgen. Allá arriba es Unigénito, El solo de Uno solo; acá en la tierra es también Unigénito, El solo de sola la Virgen. Porque así como el suponer madre en aquella eterna generación es impío, del mismo modo suponer padre en esta otra terrena es blasfemo.

Engendra el Padre sin flujo de naturaleza, la Virgen da a luz sin corrupción. Porque ni el Padre sufre ese flujo, puesto que engendra como es conveniente que engendre Dios, ni la Virgen, al dar a luz sufrió corrupción, porque lo hizo de una manera espiritual. Por lo cual ni se puede explicar aquella su celestial generación, ni tampoco su venida en estos últimos tiempos permite que se la examine con curiosidad. Yo sé que hoy una Virgen ha dado a luz, yo creo que Dios es engendrado sin tiempo; pero he aprendido a venerar en silencio el modo de esa generación, ni se me ha enseñado que ella haya de ser examinada con curiosidad con el discurso. Porque en Dios no debemos entender al modo de la naturaleza, sino tener fe en el poder de Aquel que produce la operación. Porque, cuando una mujer unida en matrimonio da a luz, ley es eso de la naturaleza; pero que una virgen que no conoce varón quede virgen después del parto, es cosa que excede a la ley natural. Así pues, examínese lo que conforme a la ley natural sucede, pero venérese en silencio lo que está por encima de la naturaleza; y esto, no como cosa que ha de evitarse, sino como cosa inenarrable y digna de que en silencio se la venere.

Pero … ¡dadme licencia de terminar mi discurso en el exordio mismo! Porque como temo entrar en la investigación de estas cosas sublimes, no sé de qué manera o en qué dirección he de llevar el timón de mi nave. ¿Qué diré o qué hablaré? ¡Veo a una madre que ha dado a luz; veo al Hijo nacido de ese parto; pero no veo el cómo de esa generación! Porque, cuando Dios lo quiere, queda vencida la naturaleza, quedan vencidos los límites del orden natural. Puesto que no ha sucedido esto conforme a las leyes de la naturaleza, sino que se ha verificado un milagro por encima de la naturaleza: ¡quedó inactiva la naturaleza y en cambio entró en acción la voluntad de Dios! ¡Oh gracia inefable! ¡El Unigénito que existe antes de todos los siglos, que no puede ser tocado, que es simple e incorpóreo, ha entrado en un cuerpo como el mío, sujeto a la corrupción y a los sentidos!.

Y esto ¿por qué motivo? Para que siendo visto enseñe; y enseñando, nos lleve como de la mano a las cosas que no caen bajo el dominio de los ojos. Puesto que los hombres estiman que los ojos son más fieles que los oídos y por esto dudan de lo que no han visto, se dignó Dios proporcionarnos su aspecto, mediante la vista de nuestros ojos, para que con esto quitáramos toda duda. ¡Y nace de una Virgen ignorante de esas cosas! Porque ni cooperó Ella a llevar adelante la obra ni puso de su parte nada para lo que se hacía; sino que fue, de todo en todo, un simple instrumento del arcano poder. Lo único que Ella sabía era lo que había preguntado al Arcángel Gabriel y de éste había conocido: ¿Cómo puede ser esto, pues no conozco varón? Y aquél le dijo: ¿quieres saber esto? ¡El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te hará sombra!.

Preguntarás cómo es eso de que ya estaba con Ella y luego nace de Ella. Así como el artífice, habiendo encontrado una materia aptísima fabrica de ella un vaso bellísimo, así Dios, habiendo encontrado el santo cuerpo y el alma santa de la Virgen, se construyó de ahí un templo animado y formó de la Virgen un hombre en el modo que Él quiso, y vestido con ese hombre se presentó hoy, sin avergonzarse de la deformidad de la naturaleza. Porque no fue para Él cosa de vergüenza, cargar Él mismo su obra, aparte de que la obra misma queda en gran manera glorificada por el hecho de ser vestimenta de su artífice. Porque, así como en la primera creación no podía suceder que el hombre quedara constituido antes de que el lodo viniera a las manos del Creador, del mismo modo no pudo ser que aquel vaso corruptible se transformara si no se hacía vestido del artífice.

Pero ¿qué diré o qué hablaré? Porque el milagro me suspende de admiración. ¡El anciano de días se ha hecho infante! ¡el que se asienta en un elevado solio y excelso, es colocado en un pesebre! ¡el que es impalpable y simple y no tiene composición y es incorpóreo, es tratado por manos humanas! ¡el que rompe las ataduras de los pecados, es por voluntad suya atado con pañales! ¡Porque ha determinado cambiar la ignominia en honor, y revestir de gloria la infamia y lo que era reinado de la afrenta mostrarlo ahora como reinado de la virtud!.

Para esto toma mi cuerpo, para que yo me haga capaz de su Verbo; habiendo tomado mi carne me ha entregado su Espíritu con el objeto de que, habiéndomelo Él dado y habiéndolo yo tomado, me adquiera un tesoro de vida eterna. Toma mi carne para santificarme y me da su Espíritu para salvarme. Pero ¿qué diré o qué hablaré?: ¡He aquí que concebirá una virgen! Y ahora eso ya no se dice como de futuro, sino que se ve como cosa sucedida. Y por cierto, se ha verificado entre los judíos, entre los cuales eso se decía; pero es creído por nosotros entre quienes ni siquiera se nombraba. ¡He aquí que concebirá una Virgen! La sinagoga posee la letra, pero la Iglesia posee la realidad. Aquélla encontró los escritos, ésta la preciosa margarita. Aquélla tiñó la lana, ésta se vistió la vestidura de púrpura. Porque Judea  dio a luz, pero fue el orbe de la tierra el que lo recibió. La sinagoga lo alimentó y lo educó, pero la Iglesia lo retuvo y se aprovechó de El. En aquélla estuvo el sarmiento de la vid, pero en mí está el racimo de la verdad. Aquélla hizo la vendimia del racimo, pero fueron los gentiles los que bebieron la mística bebida. Aquélla sembró en Judea el grano de trigo, pero los gentiles con la hoz de la fe cosecharon la mies.

Cogieron los gentiles piadosamente la rosa, y quedó allá con los judíos la espina de la incredulidad. Voló el polluelo del ave, y ellos permanecen neciamente sentados en el nido. Los judíos interpretan las hojas de la Escritura, pero los gentiles cosechan el fruto del Espíritu. ¡He aquí que una Virgen concebirá en su vientre! ¡Dime, oh judío! ¡dime! ¿a quién dio a luz? ¡Atrévete conmigo como te atreviste con Herodes! ¡Pero no te atreves, y yo conozco el motivo! ¡Es por causa de las asechanzas que le tiendes! Porque con Herodes te atreviste, para que él lo matara, conmigo no te atreves para que yo no lo adore. Pero, en fin, ¿a quién dio a luz? ¿a quién? ¡Al Señor de la naturaleza! Porque, aunque tú calles, da gritos la naturaleza; puesto que dio Ella a luz en la forma en que quiso ser dado a luz el que fue dado a luz. ¡Ese modo no lo permitía la naturaleza! Pero El, como Señor de la naturaleza, introdujo un modo de nacer que demostrara que al hacerse hombre nacía con un parto no de hombre sino que nacía como Dios.

Nació, pues, el día de hoy de una Virgen que venció a la naturaleza y superó las nupcias. Porque convenía al Dispensador de la santidad venir a luz mediante un parto lleno de pureza y de santidad. Porque es Él quien en otro tiempo, de una tierra virgen formó a Adán; y de Adán, sin intervención de mujer, formó a la mujer. Y así como Adán sin mujer produjo a la mujer, así hoy dio a luz a un hombre una Virgen sin concurso de hombre. Porque un hombre es, dice la Escritura; y ¿quién lo conocerá? El linaje de las mujeres tenía una deuda con los hombres, ya que Adán había producido a la mujer sin el concurso de mujer; por eso hoy una Virgen dio a luz sin concurso de varón, y pagó, por Eva, la deuda al varón. Para que Adán no entrara en soberbia por haber producido a la mujer sin concurso de mujer, la mujer sin concurso de varón dio a luz a un varón para manifestar, por la comunidad del milagro, la igualdad de naturaleza con el varón.

Del mismo modo que Dios tomó del costado de Adán una costilla y no disminuyó con eso en nada a Adán, del mismo modo fabricó de la Virgen un templo animado, pero en nada lesionó su virginidad. Adán permaneció incólume y salvo aun después de la privación de la costilla, y la Virgen permaneció intacta aun después de que de Ella nació el Niño. Y no se fabricó su templo de otra materia, ni se revistió de otro cuerpo ya formado, para no parecer que hacía injuria a la masa de Adán. El hombre, engañado, se había hecho instrumento del demonio; por esto, al mismo que había sido engañado, lo toma como templo animado, a fin de apartarlo, mediante esta unión con su Creador, de la familiar amistad con el demonio.

Pero, cuando se hace hombre no es dado a luz como hombre, sino que nace como Dios. Porque si hubiera nacido de un matrimonio ordinario, como yo, el vulgo lo hubiera estimado como engaño. Ahora, en cambio, para esto nace de una Virgen y para esto mantiene al nacer intacto el vientre y guarda sin mancha aquella virginidad, para que ese modo desusado de dar a Iuz, sea para mí un grande argumento de fe. De manera que, ya sea judío o gentil quien me interrogue si acaso Cristo, siendo según su naturaleza Dios se ha hecho hombre fuera del orden natural, le diré que así es; y le pondré como testigo el inviolado sello de la virginidad. Puesto que quien así vence al orden natural, es Dios; quien ha tenido un modo de nacer inmaculado, y se ha construido un templo del modo que ha querido, ese es el Autor del vientre y el inventor de la virginidad.

¡Dime, pues, oh judío! ¿Una Virgen dio a luz o no? Si dio a luz debes confesar que es un parto desusado. Y si no fue así, entonces ¿por qué engañaste a Herodes? Pues tú mismo, a él, que te preguntaba en dónde nacería Cristo, le dijiste que en Belén de Judá! ¿Conocía acaso yo ese sitio y ese pueblo? ¿tenía yo conocida la dignidad de ese que había nacido? ¿No fue Isaías quien hizo mención de Él como Dios?: Porque dará a luz a un hijo, dice, y su nombre lo llamarán Emmanuel ¿Acaso, oh malvados enemigos, no introdujisteis vosotros la verdad? ¿Acaso no nos enseñasteis vosotros mismos, escribas y fariseos, tan diligentes custodios de la Ley, todas las cosas acerca de Él? ¿Acaso nosotros penetramos a fondo la lengua hebrea? ¿No sois vosotros los que habéis interpretado las Escrituras? ¿Acaso no vosotros, después de dar a luz la Virgen y antes de que diera a luz (para que no parezca que ese sitio de la Sagrada Escritura se quiere interpretar en favor del Señor), preguntados por Herodes, le pusisteis como testigo al profeta Miqueas en confirmación de vuestras aserciones? Porque él dice: Y tú, Belén de Efrata, no eres la más pequeña entre las tribus de Judá, porque de ti saldrá el Jefe que regirá a mi pueblo de lsrael.

Rectamente dijo el profeta de ti; porque de entre vosotros salió y vino al orbe de toda la tierra. Porque el que ya existe, ese avanza; pero el que no existe, se fabrica o se crea. Mas Él ya existía y anteriormente existía y desde siempre existía. Sólo que existía desde siempre en cuanto Dios y así gobernaba al mundo; pero ahora avanzó para gobernar a su pueblo como Hombre y para salvar al universo como Dios. ¡Oh magníficos y utilísimos enemigos! ¡Oh modestos y mansos acusadores que sin darse cuenta indicaron que había nacido Dios en Belén! ¡ellos dieron a conocer al Señor que se ocultaba en un pesebre! ¡manifestaron contra su voluntad al que yacía en una cueva, y sin quererlo se convirtieron en bienhechores nuestros, al revelarlo espontáneamente cuando se empeñaban en ocultarlo!.

¿Observas a estos maestros imperitos? ¡Enseñan lo que ellos no saben! ¡consumidos de hambre andan alimentando! ¡sedientos, dan de beber! ¡oprimidos por la escasez, andan enriqueciendo! ¡Ea, pues! ¡venid! ¡celebremos fiestas! ¡venid! ¡celebremos esta solemnidad! ¡El modo de la festividad es desusado, precisamente porque es increíble el mensaje de la Natividad! ¡Hoy se ha roto el antiguo vínculo, y el diablo ha sido confundido y los demonios han huido y la muerte ha sido destruida y el paraíso ha sido reabierto, la maldición se ha borrado, y el “An ha sido quitado de en medio y el error despedido y la verdad ha vuelto y la palabra de la piedad se ha esparcido por todas partes y ha corrido por el orbe y la conversación de los Celes se ha trasplantado a la tierra: ¡los ángeles hablan con los hombres y los hombres traban coloquios con los ángeles! y esto ¿por qué? ¡Porque ha venido Dios a la tierra y el hombre ha subido a los cielos, y todas las cosas se han entremezclado! ¡Él bajó a la tierra siendo así que está todo en los cielos,-y estando todo en los cielos también está todo en la tierra! Siendo Dios se ha hecho hombre sin negar su divinidad. Siendo el Verbo impasible, se ha hecho carne, y se ha hecho carne para habitar entre nosotros. Porque en cuanto Dios ya existía y no se ha hecho. Se ha hecho hombre a fin de que a Aquel a quien los cielos no podían encerrar, hoy un pesebre lo recibiera. Y se le pone en un pesebre para que Aquel por quien todos los seres son alimentados, reciba de la Virgen el alimento propio de los niños. Por esto el Padre del siglo futuro, en forma de un infante que pende de los pechos virgíneos no rehusa los brazos de la Virgen, con el objeto de hacer más fácil el acceso a Él.

Hoy vinieron los Magos y dieron principio a desobedecer al tirano, y el cielo se cubre de gloria porque con su estrella indica al Señor; y asentado sobre la leve nube de su cuerpo, el Señor avanza hacia Egipto; y al parecer huye de las asechanzas de Herodes, pero en la realidad va a cumplir lo que había profetizado Isaías: Y será, dice, en aquel día Israel tercero con los asirios y egipcios, como bendición en medio de la tierra: bendición del Señor Sabaoth que dice-, ¡bendito mi pueblo de Egipto y el de Asiría y el de Israel! ¿Qué respondes, oh judío? ¡Tú que eras el primero has quedado el tercero! ¿Los egipcios y los asirios te han sido antepuestos, y el primogénito Israel ha venido a ser postrero? ¡Así es! ¡Con razón los asirios serán los primeros, puesto que ellos los primeros lo adoraron mediante los Magos! Y luego de los asirios, en pos los egipcios puesto que lo recibieron cuando huía de las asechanzas de Herodes. Y en último lugar se cuenta a Israel, porque hasta después que subió del Jordán lo reconocieron a través de los apóstoles.

Y entró en Egipto e hizo caer los ídolos, obra de los egipcios. Y esto no de cualquier manera, sino después de que había cerrado los vestíbulos de Egipto con la muerte de sus primogénitos. Y por eso hoy entra como primogénito para deshacer el lloro de la antigua tristeza. Y que Cristo sea llamado primogénito, hoy lo atestigua el Evangelista Lucas cuando dice: Y dio a luz a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales y lo reclinó en el pesebre, porque no había sitio para ellos en el mesón.  Entró, pues, en Egipto para deshacer el lloro de la antigua tristeza, y en vez de plagas llevó gozos, y en vez de oscuridades y noche les dio luz de salud. Antiguamente se contaminó el agua del río con la muerte de los niños en edad prematura; y entró ahora en Egipto aquel que había vuelto roja el agua, y dio a las corrientes del río la virtud de engendrar la salud y limpió con la virtud del Espíritu Santo las impurezas y horruras de ellas.

Sufrieron aflicción entonces los egipcios arrebatados de furor y negaron a Dios. Ahora entró El en Egipto y llenó con el conocimiento de Dios las almas religiosas, e hizo que el río alimentara mártires más fecundos que las espigas.

Pero, a causa de las estrecheces del tiempo, determino poner fin aquí a mi discurso, y reservaros para el día siguiente lo que de la materia nos queda. Voy, pues, a terminar en cuanto os explique de qué manera el Verbo, siendo impasible, se hizo carne quedando sin cambio alguno en su naturaleza. ¿Qué diré o qué hablaré? ¡Veo al artesano y el pesebre y al Infante y los pañales y la cuna y el parto de la Virgen, privada de las cosas en esos casos necesarias; y todo reducido a la escasez y lleno de pobreza! ¿Cómo siendo Él rico se ha hecho pobre por nosotros? ¿Cómo es que no tuvo lecho ni colchas, sino que fue arrojado en un desnudo pesebre? ¡Oh pobreza, fuente de las riquezas! ¡Oh infinitas riquezas que llevan las apariencias de pobreza! ¡Yace en el pesebre y sacude al orbe de la tierra! ¡Está envuelto entre pañales propios de la cuna, y rompe las ataduras del pecado! ¡Aún no pronuncia voces articuladas, y enseña a los Magos, y los mueve a conversión!.

¿Qué diré o qué hablaré? ¡He aquí que como infante es envuelto en pañales y yace en el pesebre! ¡Presente está María, Virgen y Madre! ¡Presente está José, quien recibe el nombre de Padre! ¡A éste le llaman Esposo; a Ella, Esposa! ¡Legítimos son los nombres, pero destituidos de cópula! ¡Entiéndelos cuanto al sonido de las palabras, pero no cuanto a los hechos! ¡Aquél únicamente celebró el matrimonio, pero fue el Espíritu Santo el que hizo sombra en Ella! ¡Por esto José, envuelto en dudas, no sabía qué pensar del infante! ¡No se atrevía a decirlo originado de adulterio; no podía decir alguna palabra indecorosa de la Virgen; se negaba a llamarlo su hijo, porque sabía muy bien que le era desconocido el modo y de dónde aquel infante había sido engendrado! Y por esto, a él, que dudaba, le vino del cielo, por boca de ángeles, un oráculo: “¡No temas, José! ¡porque lo que de Ella ha sido engendrado, del Espíritu Santo es!” Porque el Espíritu Santo la cubrió con su sombra.

Mas ¿por qué nace de una Virgen, y por qué le conserva intacta su virginidad? Porque en otro tiempo el demonio engañó a Eva aún virgen, por eso ahora, a María, que era Virgen, trajo Gabriel la feliz noticia. Eva engañada dio a luz una palabra por la que entró la muerte en el mundo; y María, aceptando aquella feliz noticia, engendró al Verbo en carne que nos proporciona la vida. La palabra de Eva indicó el árbol por el cual echó a Adán del paraíso; en cambio el Verbo que procedió de María, señaló la cruz por la que introdujo al paraíso al ladrón en vez de Adán.

Y porque ni los judíos ni los gentiles ni los herejes habían de creer que Dios engendraba sin pasiones ni flujo de la naturaleza, por eso hoy, naciendo Él de un cuerpo pasible, conservó impasible ese cuerpo que era pasible, para manifestar que así como al nacer de la Virgen no destruyó la virginidad, así sin que su sagrada substancia se cambie ni se derive, engendra como Dios que es y del modo que a Él le conviene, a Dios. Porque, después que los hombres, tras de haber abandonado a Dios, esculpieron para su uso estatuas dotadas de figura humana, a las cuales, con injuria del Criador daban culto, el Verbo de Dios, siendo Dios, apareció hoy en forma de hombre, para acabar con esa mentira y pasar a sí mismo todo ese culto de una manera suave y oculta.

A este, pues, que de tal manera hizo posibles las cosas imposibles, a este Cristo y Señor, démosle la gloria, juntamente con el Padre y el Espíritu santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Revisado y corregido por H.M.P

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CRISTO ES ORTODOXO

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La escritura y la tradición

Por su revelación, Dios mismo nos muestra el fin de una vida auténtica y el medio de adquirirla. La revelación es dada a la Iglesia, es decir, a una comunidad de hombres que ya han deseado la unión con Dios y entre ellos mismos. Y el Espíritu guarda la revelación divina, que es la experiencia viviente de la unión con Dios. Eso es lo que se llama la Tradición y su fundamento más precioso es la Sagrada Escritura, es decir, lo que de la reve­lación ha sido consignado por escrito por algunos hombres expresamente elegidos para eso por Dios. Tratar de asimilar la Sagrada Escritura es el pri­mer paso en el camino que conduce a Dios.

La Escritura está constituida por el Antiguo y el Nuevo Testamentos y forma un conjunto unido; pero para los cristianos la base sobre la que se apoya es el Nuevo Testamento, el que reposa sobre el Evangelio, en que está grabada la imagen de Je­sucristo: es allí, en los eventos de su vida, en sus palabras y en sus obras. La encarnación divina y el descenso del Espíri­tu Santo sobre la Iglesia fueron consumados una sola vez y los escritos del Nuevo Testamento dan testimonio de ellos. A estos eventos únicos no puede añadirse nada ni puede quitarse nada. La Escritura constituye así el fundamento de nuestra fe. Una lectura atenta de la Sagrada Escritura no solamente nos da conocimientos de Dios, sino tam­bién, hasta cierto punto, nos hace conocer a Dios mismo uniéndonos con Él particularmente mientras leemos el Evangelio.

La Tradición no es una colección de conocimien­tos abstractos transmitidos por la memoria. Lo que se transmite es la Verdad viviente destinada a ser asimilada por un corazón viviente. Esta asimila­ción no es posible sino con la ayuda de la Gracia. En otros términos, Dios revelándose al corazón de cada cristiano, le permite hacer suyo el conoci­miento ya recibido de la misma manera por aquéllos que le han predicado: es lo que constituye el valor de la Tradición. La verdad divina es siempre la misma; lo que sí cambia es la forma exterior, la que puede ser asimilada y ésta depende de la personalidad del que debe recibirla, de la época y del lugar en los que se produce la transmisión de la verdad. De esto resulta la variedad de oraciones y de ritos, de homilías, de obras teo­lógicas, y también el cambio inevitable de su forma.

Es así que puede incorporarse a la Tradición, fuera de la Sagrada Escritura, toda palabra escri­ta u oral propuesta por la Iglesia para alimento espiritual de los fieles. Ciertos ritos pueden incluirse en ella de la misma manera. Después de la Sagrada Escritura, han venido a constituir el cuerpo de la Tradición: las definiciones dogmáti­cas de los concilios ecuménicos, los textos de los ritos litúrgicos y también las decisiones canóni­cas, los escritos de los Padres de la Iglesia, las obras teológicas y de predicación, todos no siendo del mismo valor y pudiendo, de acuerdo con la ex­periencia viviente de la Iglesia, adquirir una significación más o menos grande en la manifesta­ción de la Tradición sagrada.

Fuente:



DIÓCESIS DE MÉXICO - IGLESIA ORTODOXA EN AMÉRICA

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